PEDRO PABLO PAREDES, en la plenitud de los noventa años sigue soñando

Presentación de la Sesión Solemne

a cargo del

Dr. José Pascual Mora García,

Presidente de la Academia de Historia y Sociedad Bolivariana del Táchira

San Cristóbal, 19 de enero de 2007

A Pedro Pablo Paredes habría que cantarle con el verso de Manuel Felipe Rugeles y la prosa de Emilio Constantino Guerrero. Tendríamos que suplicarle a José Antonio Maitín, a Juan Vicente González, y a Miguel Antonio Caro para que nos prestaran su acento del romanticismo. A Pedro Pablo Paredes le quedamos debiendo su poema, permítanme recordarles amigos poetas del Táchira.

Nuestro “divino loco,” como lo suele llamar el prof. Alberto Moreno García, arriba a sus noventa años de existencia. Recientemente alguien me decía que el maestro no “andaba bien”, y le repliqué: “tenga prudencia con sus juicios, pues los intelectuales somos por lo general excéntricos, y al maestro le ha gustado toda la vida cazar los avispados.”

En días pasados le visité, y efectivamente, pude comprobar su estado de autoconciencia que solo caracteriza a los genios, y además, pude observar sus excentricidades propias de un ser creativo; sobre su impecable camisa blanca y corbata negra lucía una camisa de pijama verde. Inmediatamente pasaron por mi mente las posturas de Picasso, y las morisquetas del hijo de Cataluña: Salvador Dalí. Ojalá, que la burla del maestro de la falsa sociedad de consumo nos hiciera despertar del estado de “locura dulce” que suele caracterizarnos. Ya quisiéramos tener el promedio de los venezolanos ese grado de conciencia suprema y sublime que siempre le acompaña, en buena hora divino Maestro!. Pocos son los seres bendecidos con la palabra que Dios prometiera a Abraham: “tendrás larga vida”. Pero lo más relevante es su calidad de vida, traducida en una fructífera producción literaria y ejercicio de su vocación docente.

Desde el punto de vista de su formación intelectual formó parte de la última generación de intelectuales que se fraguaron con la palmeta y la máxima de que la “letra con sangre entra.” Me confesaba en una ocasión, que le sorprendía que hoy no se pueda enmendar las faltas de los párvulos con cierta dureza porque inmediatamente sobreviene la acusación de estar frustrándolos; “a mi me formaron con dureza, _ confiesa_ y nunca me frustré.”

El autor de Poiesología, Pablo Mora, lo describe en su fisonomía como “Ni alto ni bajo, es de tamaño mediano. Ni fuerte, ni débil, su complexión es regular. Lo distinguen un mentón anodino, unos maxilares recios, cuadrados; unos pómulos chinescos; una nariz decididamente socrática; una cejas sin solución de continuidad; una frente amplia; un pelo que ya poco cuenta; una nuca como despeñadero; la clásica cabeza del andino.” (La Nación, 19/01/07) Es Pedro Pablo Paredes de esos seres que la naturaleza bendijo con un magnetismo especial, sus energías cósmicas están bien distribuidas; las féminas encuentran siempre un encanto seductor. No hay oficina ni despacho que no deje escapar una anécdota de su trato comprensivo y amable con las hijas de Adán. Y agregaría que todo en él traduce la energía interior que acompaña a los grandes hombres.

Ideológicamente es un hombre de pensamiento abierto, libre pensador, y amante de la diversidad. En algún momento alguien le manifestó que había una literatura comprometida, y socráticamente: respondió: “dígame qué literatura no es comprometida.” Como escritor, si palabra está revestida de la gracia de su hablar, pues es de los pocos escritores que escribe como habla. Algunos críticos, como Alí Medina Machado (1994), consideran que su carrera literaria se inicia en 1944 con “Silencio de tu nombre”, le siguen “Transparencia” (1947), y “Patria de sueño” (1961). Su obra trascendental en ensayo es “El soneto en Venezuela” (1962), luego escribe el “Emocionario de Laín Sánchez (1965), “Calificaciones” (1966), “Los nombres de la Ciudad” (1969), “Alcor” (1970), y en 1977, el magistral trabajo sobre “Leyendas del Quijote.” La serie El Parnasillo lo evidencia como un escritor que busca diseminar su arte entre todos, no hay exclusión ni en su obra ni en su pensamiento. Al Táchira lo conoce desde sus entrañas, una muestra de su sensibilidad por la geografía andina tachirense se refleja en Pueblos del Táchira (1982), obra que lleva a Guillermo Morón a expresar: “Las letras de Pedro Pablo Paredes se han formado en las praderas intelectuales más propicias: los libros y el pueblo cuotidiano (sic). Son las fuentes naturales para un escritor.” (1982:9). A Bolívar le ha escrito con fina pluma, para destacar su visión civilista e intelectual, por eso sus trabajos se llaman: “Bolívar escritor” y “Perfil de Bolívar”. Es un humanista, de los clásicos, su referencia a las obras de Petrarca y Dante nos recuerdan su gusto por la literatura renacentista, quizá por eso nos conmina a leer siempre a Horacio Cárdenas en su trabajo sobre los estudios clásicos en Venezuela; la eliminación del latín y el griego en los estudios de bachillerato han empobrecido nuestro castellano. Pero por encima de todo, el humanismo de Pedro Pablo Paredes es cervantista, y en sus propias palabras propiamente quijotista. Las obras de Suárez, Caro, Cuervo, Marroquín, Pombo, Valencia, Sanín Cano, Carranza, Casas, y Téllez son un referente sistemático en su prosa y poesía. Su trayectoria en la literatura venezolana le mereció el Premio Nacional de Literatura en 1992, aunque ya en de 1974 había obtenido el Premio Municipal de Literatura en Caracas. Y el concepto por la poesía lo resume en la admiración por la trilogía de poetas venezolanos de todos los tiempos, y no duda en afirmar, que son: Andrés Bello, José Antonio Maitín, y el tachirense Manuel Felipe Rugeles. Por Emilio Constantino Guerrero guarda un afecto especial, hasta el punto de afirmar: “si yo fuera presidente de la República mandaría a editar su novela Sangre Patricia y la colocaría en la entrada de los grandes centros comerciales para que la gente la llevara de gratis.” Esta vocación le llevó igualmente a fundar y participar en varias peñas literarias, entre las que se destacan: el Grupo Yunke, La Cueva Picto-lírica, el Parnasillo, Peña Manuel Felipe Rugeles, Peña Horacio Cárdenas Becerra, y el taller poético literario Zaranda. En la Sociedad Bolivariana del Táchira siempre será recordado por ser el más ferviente impulsor del llamado Boletín de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, Centro Correspondiente al Estado Táchira, del cual fue su Coordinador, en la época en que Francisco Fontiveros Casanova fuera el presidente. Allí estuvo al lado de Nicolás Rubio Vargas, Edgar Velándia, Pedro R. Villasmil, Charito de Jugo, Nerio Leal Chacón, y J. J. Villamizar Molina. En el recuerdo perenne estará siempre el homenaje In Memoriam realizado al extinto Horacio Cárdenas Becerra en 1986.En la Academia de Historia del Táchira su nombre aparece vinculado a la segunda etapa, ocupando el sillón XII del antiguo Centro de Historia del Táchira. Que en su momento estaba integrado en el siguiente orden de los sillones: Rafael María Rosales, Monseñor Edmundo Vivas, Luis Eduardo Pacheco, Aurelio Ferrero Tamayo, José Quintero García, Félix María Rivera, Amenodoro Rangel Lamus, Ramón José Velásquez, Pío bello, s.j.; Horacio Cárdenas, Mons. Carlos Sánchez Espejo, Pedro Pablo Paredes, José García Rodríguez, José Antonio González C., Ilia Cira Rivas de Pacheco, Xuan Tomás García Tamayo, Emiro Duque Sánchez, y J. J. Villamizar Molina. Y ejerció sus funciones como Sub-director, acompañando a Aurelio Ferrero Tamayo en la presidencia, para el periodo 1970-1971. Hoy queremos también recordar que el Boletín del Centro de Historia del Táchira se imprimía en los Talleres Tipográficos del Ejecutivo del Estado, por gentil disposición del Dr. Rad Rached, Primer Magistrado Regional. Pedro Pablo Paredes fue, es y será, un gran animador de las publicaciones. Recuerdo que en sus últimas participaciones a las Reuniones de Ordinarias de la Academia de Historia, en casa del Dr. Aurelio Ferrero Tamayo, se presentó con dos obras: (2001) Colombia en el Corazón y (2002) Pura Música, y me dijo soto voce: “así deberíamos hacer todos en cada reunión, presentarnos con libros, para que estas reuniones no sean de chismes y discusiones banales.” Lamentablemente estamos en deuda todavía, pero seguiremos en el compromiso de poder hacer ciertas sus palabras. Por eso, cuando pensamos en un homenaje para Ud., apreciado maestro Pedro Pablo Paredes, no dudamos en presentarle una muestra de las publicaciones de los Individuos de Número de las realizadas a partir del año 2000. En el entendido, de que no hay para un amante de los libros y la sabiduría un regalo más grande. A continuación presentamos la lista de las obras expuestas:

I. TESIS DOCTORALES PUBLICADAS:

(2005) Mogollón, Ligia Esther. San Cristóbal, ciudad y territorio en el siglo XX. San Cristóbal: UNET, 240 pp.

(2004) Mora García, José Pascual. La dama, el cura y el maestro en el siglo XIX. Mérida: Consejo de Publicaciones ULA, 498 pp.

(2003) Sánchez, Samir. San Cristóbal: Urbs Quadrata. UCAT. 838 pp.

(2001) Torres Sánchez, Jaime. Haciendas y posesiones de la Compañía de Jesús en Venezuela: El Colegio de Caracas en el siglo XVIII. Sevilla: CSIC. 341 pp.

(2000) Carrero, Manuel. Cipriano Castro, el imperialismo y la soberanía nacional venezolana (1895-1908). Caracas: BATT.


II. CAPÍTULOS DE LIBROS:

(2006) Lugo Marmignón, Yariesa. “Arqueología de la memoria escrita. Requiem para un becerro.”, en Casado, Manuel et Al. (Comp) Escrituras Silenciadas en la época de Cervantes. Universidad de Alcalá de Henares (España)-Universitá di Bologna (Italia). 499-510 pp.

(2003) Méndez Salcedo, Ildefonso. “Ramón J. Velásquez: una bibliografía selectiva.”, en AA/VV. Ramón J. Velásquez, estudios sobre una trayectoria al servicio de Venezuela. Caracas: Universidad Metropolitana-ULA-Táchira. 399-404 pp.

III. LIBROS

(2006) Hernández Contreras, Luis. Bodas de Oro de la Escuela de Música Santa Cecilia. Mérida: Esuela de Música Sta. Cecilia. 328 pp.

(2006) González Escorihuela, Ramón. ¡Gómez único! Ezequiel Vivas y la consolidación del gomecismo. San Cristóbal: ULA. 198 pp.

(2006) AA/VV. Aurelio Ferrero Tamayo, último hidalgo tachirense. Mérida: Academia de Historia del Táchira. 96 pp.

(2006) Méndez Moreno, Ricardo. Páramo amigo. San Cristóbal: Litoformas. 99 pp.

(2005) La caída del Liberalismo Amarillo. Caracas: Norma. 510 pp.

(2005) González Romero, Jesús. Pensamiento y vicencias. San Cristóbal: Litoformas. 710 pp.

(2004) Ferrero de Romero, Cecilia. Memorias familiares. San Cristóbal: Arauco. 236 pp.

(2004) Santander. Gilberto et Al. Grupos subversivos más allá y más acá de la frontera. San Cristóbal: Litoformas.

(2002) Rojas, Reinaldo. De Variquecemeto a Barquisimeto. Estado Lara: Fundación Buría.

(2002) Durán, Reina. Adriana y sus andanzas. San Cristóbal: Litoformas.

(2001) Paredes, Pedro Pablo. Colombia en el Corazón. San Cristóbal: Virgen de la Consolación. 186 pp.

(2000) Rojas Moreno, Fanny. La propiedad territorial en la antigua jurisdicción de La Grita. San Cristóbal, Litoformas.

IV. DISCURSOS:

(2006) Villamizar Molina, J. J. “Discurso de Orden en el Sesquicentenario de Creación de la Provincia del Estado Táchira.” San Cristóbal, Concejo Municipal de San Cristóbal.

Como ser humano, Pedro Pablo Paredres es un canto a humanidad. En él habita lo sublime y en lo profano, ha sabido vivir la alegría de la vida pero no le teme al dolor. Cuando tuvo que soportar estoicamente la enfermedad de su hijo, le acompañó, sufrió con él, y siempre estuvo a su lado para aliviarlo, y verlo morir en sus brazos. Es un hombre que ha sido humano, demasiado humano.

Como Padre, sus hijas le reconocen como un ser especialísimo, así afirma Laura Paredes de Biaggini: “papá siempre ha sido un ejemplo a seguir, le admiramos, le seguimos, es todo para nosotros.” Leda Paredes, por su parte, le acompañó en el acto solemne de la Academia de Historia y Sociedad Bolivariana del Táchira, expresó con gratitud. Y la gran ausente, su esposa, Doña Carmen Zambrano de Paredes, quien ya goza de la gloria de Dios.

Entre sus amigos, Pedro Pablo Paredes cuanta con una de las más aquilatadas amistades; se trata del poeta José Antonio Escalona Escalona, coetáneo, estudiaron juntos, fueron compadres de matrimonio mutuamente, y hasta la nominación al Premio Nacional de Literatura fue conjunta; el respeto es tan grande que J. A. Escalona se retiró al saberse compitiendo con su amigo del alma. La identificación entre estos dos poetas la expresa J. A. Escalona al afirmar: “somos dos almas gemelas.”

Desde el punto de vista de la antropología filosófica le debemos la definición más certera de los venezolanos, quizá sin muchas estadísticas y sin muchos cálculos, pero es igual de certera. Así manifiesta: “Nosotros no somos historiadores; ni somos sociólogos; ni somos políticos, como dicen ahora. Pero, tanto en clase como en la conferencia, hemos sostenido tesis que nadie ha contradicho ni de boca ni de pluma.” (2001,100) y continua: “hay dos tipos de venezolanos: los de la montaña y los del Llano. Los de la Montaña somos seres organizados, aún en la más extrema pobreza, nuestras casas están barriditas, y las gallinas en el corral; mientras el hombre del Llano es un hombre que vive a sus anchas, de bragueta abierta, y con las gallinas encima del comedor.” Y sentencia: “hasta que no se me demuestre lo contrario ese es el prototipo del venezolano.”

Es un grancolombiano a morir, su amor por Colombia lo ha llevado a estar expuesto incluso a la muerte. Me comentaba que en una oportunidad, en Mérida, tuvo que ser desalojado por la puerta trasera de un auditorio, porque lo querían linchar por afirmar en su conferencia que era colombiano a carta cabal. Y en su trabajo Colombia en el corazón (2001) nos manifiesta que “En el fondo y en verdad, los recelos en contra de la integración son característicos, al parecer, del subdesarrollo. Los países desarrollados tienen superado todo eso. Los países desarrollados, como son países cultos, son países integrados. Europa está, por caso, a la vista. Colombia y Venezuela, en este problema, no tienen para donde coger. O se integran para el desarrollo, o se desarrollan por separado, pero a costo casi inalcanzable. “ (p.101)

En este sentido, como una manifestación de su afecto por Colombia se otorgó la distinción Orden al Mérito de la Confraternidad Bolivariana, instituida por Sociedad Bolivariana del Táchira el 3 de octubre de 2006 para honrar la memoria de quienes se han destacado por el espíritu de hermandad grancolombiana. Y al mismo tenor, se le entregó la condición de Miembro de la Academia de Historia del Norte Santander, distinción emanada de esta corporación.

Esta es la enseñanza del nacido en La Raya, en la Mesa de Esnujaque, Estado Trujillo el 21 de enero de 1917, tachirense de vocación y colombiano de corazón. O como también gustas decirlo, y que Pablito Mora nos lo recrea hoy: “trujillano de nacimiento, merideño de crecimiento y tachirense de sentimiento. Es considerado junto con Mons. Jesús Manuel Jáuregui Moreno y Mario Briceño Perozo como la trilogía trujillana que más ha aportado al Táchira y a la andinidad en el cultivo de la elite intelectual. Realizó la Escuela Primaria en la Escuela Canónigo Uzcátegui, de Timotes. Entre las curiosidades de su vida está la anécdota, según la cual, la primera lectura del Quijote la hizo a los ocho años, y el libro se lo cedió un pulpero de su pueblo. Estudio la Educación Secundaria en la Escuela Normal de San Cristóbal, siendo sus condiscípulos J. A. Escalona, Marcos González y Josefina Bustamante de González. Maestro Normalista (1943) y Profesor egresado del Instituto Pedagógico de Caracas (1953). Su jubilación del Ministerio de Educación data del año 1964, pero fue en ese preciso momento comenzó su trabajo en la Educación Superior, ejerciendo su ministerio por más de 25 años en la Universidad Católica del Táchira. Fui testigo de excepción, cuando asistimos al acto realizado por la UCAT en homenaje al primer jubilado formalmente por esa entidad.

Apreciado maestro, Pedro Pablo Paredes permítame tomar prestadas sus propias palabras para finalizar, aquellas expresadas como desideratum del ser humano: “el hombre se realiza no tanto donde actúa, con todos los hierros de cada día; sino que se realiza, de veras, donde quienes tienen oídos para oír, como dice la Biblia, le oigan.” Hoy nos reunimos para decirle que estamos prestos a oírle, y que su legado cultural será un compromiso de vida.

RAMÓN J. VELÁSQUEZ MUJICA Y SUS PUBLICACIONES PERIODICAS

Dr. J. Pascual Mora García

Presidente de la Academia de Historia del Táchira

Muy temprano inicia su trayectoria cultural vinculada con las publicaciones periódicas. Los registros bibliometricos sobre la obra del Dr. Ramón J. Velásquez han sido acuciosos y, en particular, destacamos los realizados por Ildefonso Méndez Salcedo, intitulados: Ramón J. Velásquez, acercamiento a una persistente labor editorial y, Ramón J. Velásquez, una bibliografía selectiva; ambos publicados en el extraordinario trabajo colectivo editado por la Universidad Metropolitana (2003), que lleva por título: Ramón J. Velásquez, estudios sobre una trayectoria al servicio de Venezuela.

Sin embargo, debo agregar que pocos trabajos remiten sistemáticamente a sus publicaciones periódicas, es decir a la incesante labor como editor y escritor en revistas y periódicos. Y que a mi modo de ver fue la primera conexión con las letras y su vocación por el periodismo y la historia inmediata.

El decano de la prensa tachirense, Diario Católico, despierta la precoz vocación de periodista. Sus primeras responsabilidades fueron como corrector de pruebas, cuando apenas cursaba el cuarto grado (1931), siendo su padre director. Luego, en la Escuela Primaria anexa al Liceo Simón Bolívar va develando esa vocación al fundar el periódico Juventud, ya se anuncia al escritor desde los años pueriles, pues antes de concluir la primaria ganó el concurso monográfico sobre la vida de Simón Bolívar, publicado en el diario El Táchira dirigido por el merideño Carlos Rodríguez L. Este fue su primer trabajo en prensa. También de esta etapa se destacan sus trabajos como redactor de la revista Nautilus, con su artículo intitulado: Modificación espiritual, y que fuera publicado simultáneamente en otros rotativos como Orión, El Occidental, El País, de Maracaibo y el Perfil de Coro.

El 23 de julio de 1933 dictó su primera conferencia pública en el salón de Lectura de San Cristóbal, durante la presidencia de Alejandro Rojas. El tema abordado fue el 19 de abril de 1810, que por cierto fue publicado en El Nacional. En 1934, junto a Antonio Quintero García y Ciro Urdaneta Bravo edita la revista Antena, cuyo fin era ilustrar las mentes de los tachirenses con las novedades en arte y ciencia.

En Caracas, continuó sus estudios en el Liceo Andrés Bello en 1935, donde fue electo presidente del Centro de Estudiantes, y funda la revista Futuro, en cuya iniciativa le acompañan Rafael Heredia, Juan saturno Canelón y Pedro Chacín Chacín. En sus inicios como activista político, se vincula con de la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV), corría el año de 1936 y la muerte de Gómez vislumbraba un nuevo destino para Venezuela. Participa como redactor de la revista FEV, analista de temas universitarios en el diario Ahora.

En 1937, el diario El Universal (8 de marzo de 1937) publicó el ensayo: “Una página del gran Vargas Vila, Carlos Rangel Garbiras”. Merece especial atención la aclaratoria preliminar del artículo: “los párrafos que copiamos a continuación son de un artículo del joven escritor nacional Ramón J. Velásquez, sobre la incorporación del Táchira a la nacionalidad venezolana.” En primer lugar se destaca el reconocimiento temprano como escritor, pero es trascendental la segunda parte, cuando se dice. “la incorporación del Táchira a la nacionalidad venezolana.” Obsérvese aquí su lucha contra la mentalidad centralista caraqueña que históricamente se empecinó en declarar a los tachirenses como ciudadanos de segunda categoría, lucha que es necesario reconocer en este ilustre tachirense, máxime cuando hemos pasado el año jubilar del sesquicentenario de creación de Provincia del Táchira sin pena ni gloria. Tenemos esa deuda, y aprovecho la ocasión para decir que salvo el acto realizado por la Academia de Historia del Táchira el 23 de marzo de 2006, no se realizaron actos académicos conmemorativos en las universidades ni centros de difusión del pensamiento tachirense.

RAMÓN J. VELÁSQUEZ MUJICA

FILÓSOFO DE LA HISTORIA VENEZOLANA DEL SIGLO XX*

Dr. J. Pascual Mora García

Presidente de la Academia de Historia del Táchira


* Discurso en la sesión solemne de la Academia de Historia del Táchira en homenaje al nonagésimo aniversario del Dr. Ramón J. Velásquez Mujica. San Cristóbal, 12 de diciembre de 2006.


El pensamiento de Ramón J. Velásquez ha sido abordado desde diferentes ángulos y vertientes pero no en su dimensión filosófica. Como una forma de saldar esa deuda me propongo pergeñar una aproximación a su filosofía de la historia venezolana. Porque, sin ambages, uno de los grandes filósofos de la historia venezolana del siglo XX es el tachirense Ramón J. Velásquez.

En Ramón J. Velásquez la filosofía de la historia venezolana puede ser decantada a partir de dos tipos de historiografía o formas de considerarla:

En primer lugar, a partir de su predilección por una historia inmediata, que consiste en la descripción de los acontecimientos de una época en particular, de ordinario tiempos vividos por el escritor. Aquí se conjuga su vocación de periodista e historiador. Desde niño fue testigo del desarrollo de la historia inmediata a través de la prensa, pues su padre don Ramón Velásquez fue director de Diario Católico. Y luego su dilatada trayectoria en la prensa nacional, desde la época en que fue redactor de Ultimas Noticias (1943-1944), allí trabajó junto a Francisco Kotepa Delgado, Sergio Antillano, y Pedro Beroes. Luego fue reportero del diario El País (1944), y periodista en El Nacional desde 1945, diario que llegó a dirigir en dos oportunidades (1964-1968, y 1979-1983). Esto sin descontar su impresionante labor en las revistas y publicaciones periódicas a nivel nacional. En el análisis de su obra que hace Roberto J. Lovera De Sola nos revela esta facultad al señalar que “no es fácil ser historiador de lo contemporáneo. Mucho más arriesgado es trazar el cuadro de los acontecimientos cuando no sólo se ha sido coetáneo de sucesos sino cuando además se ha participado en ellos. Es arduo ser actor e interprete de hechos cercanos (…) Escribir historia del presente en Venezuela siempre ha sido tarea ingrata. (…) Esta es la labor que han tomado muy en serio algunos historiadores venezolanos quienes saben el riesgo que implica escribir historia del presente desde el presente, pero quienes están conscientes del servicio que obras como estas prestan. Uno de estos trabajos sobre la vida venezolana en este siglo, que nos presenta la peripecia venezolana entre 1922-1976, es el que publicó el historiador Velásquez. Nos referimos a sus Aspectos de la evolución política de Venezuela en el último medio siglo.” (Lovera De Sola, 2003:91-92)

Ramón J. Velásquez se inscribe entre los historiadores que han sido capaces de insertar su obra en la difícil conjunción de la temporalidad. Por igual trabaja el tiempo estructural como el tiempo coyuntural, o tiempo de la historia inmediata. En su obra Los pasos de los héroes (1981) expone su comprensión de la historia y nos revela su agudeza para su definición de la historia al decir: “la historia no es futurología, ni paleontología. Pero si brinda al investigador, al estudiante y al curioso impertinente, los elementos de información y juicio para poder adivinar entre las sombras de la madrugada qué es el futuro, los posibles pasos de una comunidad que vive en un escenario tradicional y tiene hábitos mentales, usos y costumbres que perduran por encima del cambio de las modas.” (Velásquez, 1981:XVI)

Nos enseña magistralmente que la historia no solo remite al estudio al tiempo pretérito, y este deslinde ha sido especialmente explicado en la historiografía francesa, al interno de la Escuela de Annales, por el francés Fernand Braudel quien acuñó la historia del tiempo en una trilogía: tiempo de larga duración (tiempo estructural), tiempo de mediana duración, y tiempo del acontecimiento (tiempo coyuntural).

En esta dirección nos recuerda Paul Ricoeur (2003) que “la historia de lo contemporáneo, llamada también historia del tiempo presente, constituye un notable observatorio para evaluar las dificultades que surgen entre la interpretación y la búsqueda de la verdad en historia.” (Ricoeur, 2002:445) Por eso el concepto de historia inmediata ha sido ha sido uno de los conceptos incorporados por la historiografía actual. El término histoire immédiate lo introdujo Jean Lacouture en la década del sesenta del siglo XX, y especialmente ha sido desarrollado por el grupo de historiadores de Historia a Debate en la Universidad Santiago de Compostela, bajo la coordinación del Dr. Carlos Barros.

La facultad que ha tenido Ramón J. Velásquez por escribir la historia inmediata lo define, según Pedro Grases, como “un espíritu vigilante”, por eso “Toda República necesita de espíritus vigilantes que sepan y se atrevan a formular sus advertencias para el bien común. Este es el papel que el Dr. Velásquez se ha impuesto a sí mismo como primera obligación.” (Grases, 2003:65)

En segundo lugar, hay en su obra una historia reflexiva, cuyo carácter consiste en trascender el presente, la exposición de los hechos no son referencia a un tiempo en particular sino que remiten al imaginario social; en este sentido, su obra cumbre es: CONFIDENCIAS IMAGINARIAS DE JUAN VICENTE GÓMEZ (1979).

Esta vertiente es el nervio central de su obra, y se divide en varias ramas, según los métodos históricos, así tendríamos: una filosofía de la historia general, en donde aborda los acontecimientos de la historia política venezolana teniendo como telón de fondo la vida de Antonio paredes (1869-1907); en este caso sobre sale su trascendental obra: LA CAIDA DEL LIBERALISMO AMARILLO: tiempo y drama de Antonio Paredes (1972). Esta obra divide la comprensión de la historia venezolana del siglo XIX en un antes y un después, incluso superando a autores tan connotados como Ramón Díaz Sánchez y Mariano Picón salas.

Seguidamente aparece la rama de la filosofía de la historia pragmática, en la que la historia tiene fines didácticos o moralizantes, destacamos aquí su iniciativa a rescatar la memoria de nuestro país desde la Secretaría de la Presidencia de la República, especialmente con la fundación del Archivo Histórico de Miraflores en 1959, obra de la cual quedó el BOLETÍN DEL ARCHIVO HISTÓRICO DE MIRAFLOIRES, acompañados de sus epígrafes.

Le sigue la rama de la filosofía de la historia crítica, en donde perfila el juicio de la historia al estilo marcblochiano de “abordar el pasado por el presente y el presente por el pasado.” En este punto tenemos que decir que Ramón J. Velásquez trasciende de la historia erudita, tan de moda en su tiempo, y toma partido por la historia crítica, contribuyendo así al análisis crítico de la historiografía venezolana. La obra paradigmática en este punto es su discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia, cuyo título es: La obra histórica de Caracciolo Parra Pérez (1971), texto que luego publicó en sus Individuos de Número (2002). En esta obra se nos revela, por encima de todo, como un filósofo de la historia de herencia kantiana, al conectar el acontecimiento de lo local pero sin perder la visión de lo universal. Sin duda podemos decir que es un neokantiano, pues apela al auflarung kantiano, y nos recuerda la obra cumbre del filósofo alemán Manuel Kant: Ideas de la historia desde un punto de vista cosmopolita. Su filosofía de la historia permite decir que la “la historia que dejó escrita Parra Pérez no fue en absoluto una obra aldeana sino que constituye una labor, un intento tesonero, de situar nuestra evolución como pueblo en la historia universal. Su obra huye por lo tanto del localismo, del regionalismo, que es por otra parte, un mal, que pesa todavía sobre muchos de los estudios que sobre historia, o literatura, se escriben entre nosotros.” (Lovera De Sola, 2003:113) Ramón J. Velásquez asume que el plan de historia humana no puede ser más que la consecución de una comunidad universal que comprenda bajo una misma legislación a todos los pueblos, y garantice el desarrollo completo de las capacidades humanas.
También insertamos dentro de la categoría de la filosofía de la historia crítica sus variadas series de colecciones, destacamos sus colecciones acompañado de Manuel Pérez Vila y Pedro Grases, en especial, la colección del PENSAMIENTO POLÍTICO DEL SIGLO XIX; Colección NUESTRO SIGLO XX; colección VENEZUELA PEREGRINA; colección DOCUMENTOS QUE HICIERON HISTORIA; la colección de la BIBLIOTECA DE AUTORES Y TEMAS TACHIRENSES, y su esfuerzo por inc
entivar las colecciones de la BIBLIOTECA DE AUTORES Y TEMAS TRUJILLANOS, MONAGUENSES, Y ANZOATIGUENSES. Y por último una filosofía de la historia especial, en donde decanta una filosofía del arte, de la cultura, del derecho, en esas distintas esferas de la vida de un pueblo en un nexo con la universalidad. Y he aquí la sabiduría de este pensador de la historia, porque más que un historiador es un pensador de la historia; he aquí la dimensión que lo define como filósofo de la historia. Es un titán viviente de la estirpe de los intelectuales que nos lego el siglo XX; su nombre estará junto a los de Arturo Uslar Pietro, Mario Briceño Iragorry, Mariano Picón Salas, Luis Beltrán Prieto Figueroa, y la intelligentsia venezolana. Su trazo no se reduce simplemente a modelar la llamada Historia Patria, ni sólo a contar lo local o a recrear el acontecimiento sino que arriesga sus propias ideas con un sentido fundante, es decir, sabe dar de qué o cuál historia, y cómo se construye la historia, porque ha sido actor y conoce todas las patologías sociales sobre las cuales se funda. Igualmente deslinda la supuesta neutralidad valorativa con que algunos historiadores pretenden contar la historia, toma partido y se compromete; no es pues un eunuco ideológicamente hablando, para decirlo con palabras de Luis Beltrán Prieto Figueroa.

Y finalizamos este esbozo sobre sus obras señalando que quizá la semilla por la filosofía de la historia fuera sembrada por Caracciolo Para León, su profesor de filosofía en el Liceo Andrés Bello en Caracas, a quien acompañaba luego de sus clases hasta su casa, y en la que confiesa que fueron mucho más provechosas esas conversaciones para su formación que las mismas clases. También tenemos que agregar que su entorno familiar fue clave para su compresión de la historia; en donde, indudablemente su padre Ramón Velásquez ejerció un rol protagónico junto a doña Regina Mujica de Velásquez, quien se dedicó por entero al magisterio: medio siglo de su vida estuvo dedicada al servicio de la enseñanza y a la fundación de diversos centros de formación docente en el Estado Táchira.