José Espedicto Paredes por Francisco Javier Sánchez Chacón.

Palabras con ocasión de la celebración de la misa por el eterno descanso de José  Espedicto Paredes, Individuo correspondiente de la Academia de Historia del Táchira, patrocinada por esta corporación. Parroquia Transfiguración del Señor, San Cristóbal, 20 de julio de 2016.


Estimada familia y amigos, feligreses todos:


A Inés Cecilia Ferrero Kellerhoff, académica, catedrática y amiga, y por su intermedio a la Academia de Historia del Táchira, se debe la iniciativa de celebrar esta santa eucaristía por el eterno descanso del alma de mi tío José Espedicto Paredes y en recuerdo de su vida terrenal. Este gesto la ennoblece, aún más, como persona y cristiana pues es muestra de caridad, e igualmente dice bien de la ilustre corporación a la que con inmenso orgullo mi tío perteneció.  En nombre de la familia, gracias.

Estas breves palabras brotan de la profunda admiración y del inmenso cariño que he experimentado por años hacia quien fue mi familiar, esposo de mi querida tía Aura Elena Chacón Aquino. La admiración deviene de ser testigo presencial de sus esfuerzos en el ámbito profesional y académico. Con inmensos sacrificios, por cuanto nació en hogar de escasos recursos económicos del cual tuvo que separarse a muy temprana edad, José Espedicto Paredes fue, en mi opinión, destinado por la Providencia para proveernos de un ejemplo de tesón, lucha y sacrificio para alcanzar las más altas metas en el campo profesional y laboral. Siendo adolescente trabajaba y conjuntamente estudiaba el bachillerato. Para atender a las necesidades propias y familiares tuvo que dedicarse exclusivamente al trabajo, y no volvería al estudio sino años después, adulto, en la entonces Universidad Católica Andrés Bello, extensión Táchira, actual Universidad Católica del Táchira, donde obtuvo el título de Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, luego de años en los que el exigente tránsito universitario estuvo conjugado con su desempeño en la división de Malariología del entonces Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, lo que conllevaba viajar a lugares remotos de donde regresaba para asistir a las clases en la UCABET.

Luego, ejerció su vocación docente a la que dedicó lo mejor de su vida, en Upata, estado Bolívar, y en Barinas, Libertad, y Barinitas donde fijó definitivamente su residencia, todas en el estado Barinas. En ellas, brindó su aporte a la sociedad y al magisterio como docente de educación media y profesor universitario, director de liceo, Coordinador Académico de la Universidad Simón Rodríguez, núcleo Barinas, y director de la Zona Educativa de ese estado, entonces con rango de viceministro.

Ya jubilado, atendió el llamado que desde el naciente Seminario Diocesano Nuestra Señora del Pilar de Barinas le hizo el rector, monseñor Polito Rodríguez Méndez, hoy obispo de la Diócesis de San Carlos, estado Cojedes, para que fuera su Director Académico. Allí pudo unir vocación docente, experiencia gerencial y fe cristiana. Su paso por la institución dejó huella: en la reciente misa en su recuerdo en la sede de ese Seminario, un ex alumno, hoy sacerdote, le recordaba más como un padre que como un profesor.

Pero mucho más, el esfuerzo intelectual avanzó por el lado de la Historia a la que se entregó con verdadera pasión, para recorrer un camino arduo que le llevó a obtener los títulos de Especialista en Historia de Venezuela, Magister en Historia de Venezuela y Doctor en Historia. Estos grados, que le llenaban de satisfacción mas no de vano orgullo, le permitieron vincular la historiografía, la densidad teórica y el estudio riguroso, con aspectos de la historia venezolana que siempre llamaron su atención, entre ellos, el proceso que llevó a la creación, consolidación, esplendor y ocaso de la Casa de los Hermanos Barbarito, empresa establecida en San Fernando de Apure en la rivera del río Apure, por donde se transportaba hasta la desembocadura del Orinoco y de allí a Europa, la mercancía que hizo famosa a la familia Barbarito, su compañía y a la región: las plumas de aves exóticas venezolanas, principalmente de garza. Lo que deseo rescatar aquí es que con este tema que desarrolló en su tesis doctoral, José Espedicto Paredes logró reunir su amor por la exuberancia del trópico venezolano que siempre lo atrapó, reflejada en la garza y sus plumas, ora blancas, ora carmesí, ora negras, y una época concreta de la historia de una región entonces remota del país, que llegó a conectarse con el mundo. Este y otros trabajos le abrieron la puerta de la Academia de Historia del Táchira, que supo reconocer su valía como historiador, lo que él retribuyó con trabajo y aprecio, es decir,  un vínculo irrompible.

Decía que estas palabras brotaban también del inmenso cariño que siento por mi tío. Él, también a veces padre, de firme carácter y con frecuencia estricto porque entendía que la disciplina era esencial para la vida, fue un ser humano que, a mi juicio, tuvo dos cualidades fundamentales: la humildad, en el sentido de tener perfectamente claras sus propias limitaciones y debilidades y actuar de acuerdo con ese conocimiento, y la sencillez, es decir, que obraba con espontaneidad y se relacionaba con llaneza. Esto hacía que rápidamente estableciera vínculos cordiales y duraderos con todos, incluso con adversarios políticos o ideológicos. Creo que estos aspectos son lo más destacables de su vida y su verdadera herencia; desprovisto de títulos y honores, queda una persona afable, cercana, preocupada por el prójimo, atento en todo momento, dispuesto a colaborar y siempre buen conversador, porque pocas personas tenían tan buena charla y anécdotas extraordinarias como él.

El día de su partida, para consolarme, una querida amiga, que a su vez le había escuchado en una conferencia donde explicaba parte de los resultados de su tesis doctoral, me decía que se imaginaba a mi tío Espedicto flotando sobre una nube hecha de plumas de garza. Luego pensé que, en efecto, Dios en su infinita misericordia y todopoderoso como es, seguramente hizo posible que el alma de mi tío ascendiera a su presencia elevado por las plumas de garza que él pudo contemplar en tan hermosas aves y como símbolos del amor al estudio, a la Historia y de esta maravillosa tierra que le acogió, Venezuela.



Francisco Javier Sánchez Chacón.