Discurso del Dr. Villamizar Molina el 14/5/2013


DISCURSO PRONUNCIADO POR EL DR. J. J. VILLAMIZAR MOLINA EL 14 DE MAYO DE 2.013, EN LA INAUGURACIÓN DEL CONGRESO DIPLOMADO INTERNACIONAL DE HISTORIA: BICENTENARIO DE BOLÍVAR EN EL TÁCHIRA. QUINTA LA POTRERA, DIRECCIÓN NACIONAL DEL IUFRONT

      Se reúne el día de hoy en esta ilustre Academia de Historia del  Táchira las representaciones de las fuerzas humanísticas, intelectuales y patrióticas de nuestra región para conmemorar los doscientos años del más grande de nuestros acontecimientos  que haya vivido nuestra tierra. Tal es el paso luminoso de nuestro Libertador Simón Bolívar por nuestras ansiosas  y alborozadas montañas y ciudades en la marcha invencible y llena de gloria de su  Campaña Admirable el año 1813
     Están así aquí presentes las fervorosas intenciones de esta Academia que preside el Pbro. Dr. Gilberto Santander, de la Sociedad Bolivariana del  Táchira que preside el Dr. Adolfo Sánchez Fernández, de la Ilustre Universidad de los andes con su Coordinador Dr. Omar Pérez Diaz, del Canciller Pavel Rondón, Presidente de la Comisión del Bicentenario de la Campaña Admirable, de nuestro anfitrión Dr. Dandry Leonardo Omaña Casanova Director Nacional del IUFRONT y de la  Sociedad Civil todo de nuestro Estado para conmemorar acontecimiento tan memorable que eleva el prestigio de nuestra región a niveles distinguidos dentro del campo de los grandes sucesos venezolanos.  Todos estos distinguidos organismos se hacen presentes  dirigidos con tino patriótico y sumo por nuestro gran representante humanístico el Dr. José Pascual Mora García quien no deja pasar nunca una oportunidad para exaltar los valores que nos identifican como gran comunidad presente y avizora ante los principales sucesos del país.
           Al reuniros hoy en este respetable recinto es como si aquí estuviera presente todo el Táchira. Todo, desde  San Antonio, lavilla que fue primera en levantar la cerviz, para  abrir el paso al Padre de la Patria, Capacho, con su poética acogedora casa de Ranchería, que abrió tantas veces las puertas de sus salones para agasajarlo; San Cristóbal que sintió la consagración de sus pasos en su  vetusta Iglesia, en las opulentas casas de María del Carmen Ramírez de Briceño y de don Manuel Briceño Altuve, recatada Vila fundada el 31 de marzo de 1561 por el capitán salmantino Juan Maldonado y destinada a recibir doce veces su presencia para ser sede diplomática entre otras cosas, del Armisticio y Regularización de la Guerra; Táriba, preciosa pela del Tormes elevada en su airosa planicie, e iluminada siempre por los fulgurantes resplandores de Nuestra Señora de la Consolación que regalaría al héroe tres preciosas lámparas votivas de plata para sufragar los gastos de su Campaña, Lobaera, escondida entre múltiples florestas, enardecida siempre por el fervor de sus habitantes e inspirada por los divinos alientos e Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá; el Zumbador, altivo y alfombrado miosotis donde la altura inspiran al  viajero aliento y fuerzas; el Cobre, alto y esperanzado entre sus cerros; Angostura, el pedazo de paisaje arrebatado a nuestra geografía y la ciudad el Espíritu Santo de La Grita, fundada en 1576 por don Francisco de Cáceres y prodiga siempre de acogedores parabienes y mercedes como los brazos extendidos de su Santo Cristo de Tadea, patrono de los andes venezolanos y que fue digna inspiración reverencial del más augusto y devoto de los héroes de América.
Parece así que todos nuestros bosques y florestas, todos nuestros caminos, todas nuestras ciudades y humanos asentamientos se regocijaran hoy día así como lo hicieron en aquellos tiempos gloriosos de 1813 para rendir el homenaje debido al excelso hombre que dignificaba a su paso las regiones donde se hacía presente.

EL DOLOR,  CUNA DE LA GLORIA
¿Qué fuerza sobrenatural y divina hizo, que nuestra muy amada Villa de San Cristóbal, entonces un minúsculo caserío con faz de aldea se convirtiera e la la sede e la gloria, en la estación del camino celeste de la heroicidad? ¿Qué impulso material o psicológico fue el responsable para que nuestra mansa forma de vivir se transformara en el agitado y victorioso escenario de la esperanza y la libertad?  Sucede esto porque el corazón se disipa y aún se diseca cuando no tiene nada que sufrir. Las gentes dichosas no conocen gran cosa de la vida; el dolor es el gran maestro del hombre. El hombre está más fuertemente organizado para el dolor que para el placer. Los hombres tienden siempre a libertarse del dolor
Pocas veces Simón Bolívar se ha sentido tan abatido y tan lleno de dolor. Parece que su mente propendiera a deprimirse como no ha mucho tiempo se deprimió en Viena a pesar de los encantos del viejo mundo. Esa vez su depresión fue endógena, sin causa, aún cuando no se  habían cicatrizado todavía los pesares por la inesperada desaparición de María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza. Esta vez está acongojado por una causa desesperante. Quizá por una culpabilidad que le corroe el alma. No pude aceptar la realidad de la Capitulación del Generalísimo Francisco de Miranda ante Domingo Monteverde y no puede aceptar que en sus propias manos se haya perdido la Fortaleza de Puerto Cabello. Además, la sombra de Miranda le persigue y atosiga. Miranda había soñado en crear u gran imperio democrático llamado Colombia desde el Río Grande hasta la Patagonia. ¿tuvo en alguna responsabilidad en la suerte de Miranda y en haber deshecho estos sueños de la grandeza de América?. Pensamientos horribles le corroen el alma. Dolores punzantes se clavan en su mente. Está mudo e inerme. Está lleno de pensamientos sombríos. Está silencioso e incólume, tal vez embrutecido por el dolor de los recuerdos, oyendo sólo el golpear de las olas gigantescas del Caribe ante las formidables moles de los muros de Cartagena. Los románticos balcones llenos de geranios multicolores que retratan el sortilegio de los encantos andaluces no ejercen sobre su  inspirada imaginación ningún encanto. Sólo la fachada en una plaza silenciosa del vetusto Palacio de la Inquisición revela sus sentimientos. Hay que hacer algo. Hay que hacer mucho. Hay que darle la libertad a los pueblos oprimidos. Hay que redimir su patria. Indefenso y solitario consuela sus pesares en su célebre Manifiesto de diciembre d 1812 dirigido por un caraqueño a los ciudadanos de la Nueva Granada. Y aquí surge una gran esperanza. La nueva Granada es su hermana mayor. Como tal no podrá defraudarlo. Por lo pronto el manifiesto tiene un eco resonante en dos hombres ilustres. Son ellos el prócer Manuel Rodríguez Torices, gobernador del Estaado de Cartagena y Camilo Torres, Presidente de la Unión de Estados Neogranadinos. Rodríguez Torices envía a Bolívar al puesto de Barranca bajo las órdenes del General Pedro Labatut, antiguo pirata y General del estado mayor del Generalísimo Francisco de Miranda. Ahora está en Barrancas, en el Bajo Magdalena. Todo el Bajo Magdalena está infestado de realistas hasta la Provincia de Samaria. Por estos enemigos está interrumpido el paso hasta el interior de la nación. Bolívar no se encuentra satisfecho. ¿Cómo pude estar satisfecho él si en su sangre y en su mente bullen las grandezas del genio y allí, en Barranca tiene que verse a las órdenes de un antiguo pirata del Caribe?.  Cómo él que representa tempestades de victorias puede permanecer así inmóvil y sin acciones?. Le viene a la mente la imagen del personaje más conspicuo del poema homérico. Sí, la imagen de Aquiles, el héroe supremo de la Ilíada cuando se encontraba retraído, solo y triste en su tienda sin ninguna acción, debido a la tristeza de haber visto y sentido arrebatada por Agamenón su bella esclava Briseida, el    encanto de sus ojos y arrullo de su corazón. Pero Aquiles se transformó en un gigante de valor y de heroicidad cuando supo que habían matado a Patroclo, su caro amigo. Entonces se revistió de un valor inusitado y se lanzó al campo de batalla troyano para vengar en el valeroso Héctor sus afrentas y desgracias. El joven  Bolívar de apenas 29 años se rebela. Tiene que obedecer a las leyes irrefrenables de su impulso. Su valor se tiene que desbordar. Poderosas ambiciones que surgen en sus pensamientos se desbordan. Las ideas antes lúgubres y fría se transforman en acalorados e irresistibles órdenes de su imperiosa psicología. Debe romper con todas las formalidades  e impedimentos así ello implique desobediencia delirante  e inaplazable. Lo que son ideaciones psicológicas se traducen  en marchas reales y acciones valerosas y evidente. La Campaña del Bajo Madgalena es un impromptus de valor, de tenacidad y de heroicidad.
               La marcha de la epopeya invencible comienza el 23 de diciembre de 1812 Bolívar ataca y se apodera del desprevenido Tenerife. Después seguirá por Mompox, El Banco, Chiriguaná, Tamalameque, Puente Real y Ocaña. Su estrategia  es la rapidez y la sorpresa. Como si todo estuviera profetizado por un augur infalible Bolívar se apodera de ciudades y poblados que no lo esperan; hace suyos importantes armamentos militares y parques, se apodera de barcos anclados mansamente a las riberas del Magdalena y hace suyos cuantiosos botines.
               Hay algo sobrenatural en este caraqueño predestinado. Es uno de los dones máximos con que lo ha dotado la Divina Providencia. Porque posee un magnetismo poderoso e inigualable. Las gentes con las que se encuentra, como poseídas de un hechizo misterioso e irresistible le siguen bajo sus banderas desplegadas donde brillan las estrellas de la libertad. Para él no hay ni advertencias ni obstáculos, ni siquiera las amenazas de su salud física. Porque en esta Campaña del Bajo Magdalena le  asedian accesos febriles misteriosos. Pueden responder a la reactivación de la solapada primo infección tuberculosa que lleva en un pulmón desde la infancia, pero Bolívar continúa incólume y desapercibido. Para él no existen las advertencias cuando se trata de proseguir la marcha por la libertad. No hace mucho tiempo exclamó en Caracas: “Si la naturaleza se opone contra nosotros lucharemos contra ella y la haremos que nos obedezca”. Con estos impulsos indetenibles llega a Ocaña, ciudad hermosa y culta, propia para un interludio romántico de amor. Allí viven las Ibáñez, especialmente la hermosa Bernardina. Hay un solaz de quietud y romanticismo, todo dictado  por los impulsos del corazón. Pero Bolívar prosigue indetenible. Esta vez toma el camino de Salazar de las Palmas, y por esta vía se dirige a la Villa del San José de Cúcuta.
                      El español don Ramón Correa encargado de vigilar la paz de esos territorios está  sumido apaciblemente en el Templo  en devotas meditaciones. Es el 28 de febrero Pero  llega Bolívar e interrumpe sorpresivamente sus quietudes.  Don Ramón Correa trata de defender  la Villa atacada con unas fuerzas doblemente superiores a las del caraqueño, pero Bolívar le vence con sólo 500 hombres, se apodera de todo el parque del enemigo, de importante material de guerra y de un cuantioso  botín. Corra huye hacia Venezuela, hacia La Grita y Mérida. Bolívar le persigue hasta San Antonio.

EL LIBERTADOR EN VENEZUELA
               El soldado aureolado por las victorias llega a San Antonio el 1º de marzo. Es allí donde exclama ante sus ciudadanos en una hermosa proclama que es la primera en el territorio de su patria:
“Vosotros  tenéis la dicha en ser los primeros en levantar la cerviz, sacudiendo el yugo que os abrumaba en la mayor crueldad, porque defendisteis en vuestros propios hogares vuestros sagrados derechos. En este día ha resucitado la República de Venezuela, tomando el  primer aliento en la patriótica y valerosa Villa de San Antonio, primera en respirar la libertad, como lo es en  el orden local de vuestro arado territorio.”
Bolívar regresa a Cúcuta puesto que aún no ha llegado el permiso para invadir a Venezuela. Son dos meses  y medio los que transcurren en esta Villa antes de que llegue la l tan ansiada orden a pesar de las diligencias que han  hecho allí el capitán José Félix Ribas y el Dr. Cristóbal  Mendoza. Entre tanto el Gobierno de la Unión se ha mostrado muy satisfecho con las acciones de Bolívar. Le ha designado Jefe Supremo del ejército de la Unión. Le ha designado ciudadano de la Nueva Granada y le ha dado el título de Brigadier, equivalente a General de Brigada de los Ejércitos  de la Unión. El Gobierno de la Provincia de Cundinamarca le ha enviado un contingente de 150 hombres jóvenes y bien dispuestos para engrosar sus    tropas.
      En Cúcuta Bolívar espera la ansiada autorización y se ocupa de saber cómo andan las cosas en Venezuela. Allí se encuentra el coronel Cartagenés Don Manuel del Castillo y Rada quien desde que don Ramón Correa ha estado en la Villa ha permanecido pendiente de las operaciones en Pie de Cuesta. Muy pronto surgirán desavenencias  entre Bolívar y este oficial. Del Castillo no es de la opinión de llevar los soldados de la Unión de Provincias Neogranadinas a Venezuela y mucho menos de hacerlas avanzar más allá de Mérida, pues considera que esta acción es un atrevimiento y significa de seguro un suicidio colectivo para ellos. Sin embargo Bolívar está atento de los acontecimientos en Venezuela. Autorizado por el Congreso para marchar hacia La Grita, se dirige el Libertador desde su Cuartel General de Cúcuta al Poder Ejecutivo el día 23  para informarlo que hallándose el enemigo en dicha ciudad, determinó que marche el coronel  Don Manuel del Castillo con 500 ´0 600 hombres a  destruirlo, o desalojarlo por lo menos. Esta operación no es muy difícil –agrega – tanto por la naturaleza de las tropas de Correa como por el valor de nuestros soldados y su  acierto  y valor militar que distinguen al citado coronel, y al teniente coronel Atanasio Girardot quienes comandan la expedición. Obsérvese que el Brigadier, a pesar de la manifiesta hostilidad de Castillo, no omite en su anterior comunicación hacer el elogio “del talento y virtud militar” de su rival, dando con ello nueva prueba de su alteza de miras al proponer al alto empeño patriótico que le guiaba, cualquier acto interno que hubiera podido dejar huella de resentimiento o inquina en su corcón. El oficial escogido por Bolívar salió el  2 de abril con 800 hombres a combatir al enemigo, que dudamos, dice éste al Poder Ejecutivo de la Unión, permanezca allí.

BOLÍVAR EN SAN CRISTÓBAL
                     Bolívar continúa en Cúcuta esperando el tan ansiado permiso, pero sus pensamientos  están puestos en Venezuela, en  los sucesos que allí ocurren y que allí han de venir, y siente gran ansiedad por conocer los lugares por donde habrá de conducir su Campaña. Por eso decide adelantarse hacia la Grita a estudiar los lugares y las  circunstancias, A estos fines sale de San José de Cúcuta el día 16 de abril. Es ya una marcha de penetración regular en Venezuela. Los pueblos y montañas de su patria se estremecen de alegría al recibir el paso del Libertador. El primero es San Antonio donde ya ha estado el 1º de marzo. El itinerario seguido desde aquí nos lo señala el Profesor José García rodríguez en el Boletín del Centro de Historia del Táchira, Nº 19, lapso de mayo a julio, Segunda Parte en la siguiente forma: San Antonio, La Popita, Cacaguita, Clemones, Alto Viento, Capacho, Ranchería, Piedra Ancha y Zorca.
          Unos pasos más y tiene a la vista la sabana alta y poblada donde Juan  Maldonado fundó la Villa de San Cristóbal el 31 de marzo de 1561, Bolívar detiene el paso. A su frente se desliza el río Tormes, si no tan caudaloso si tan musical y poético como el recordado río de Salamanca y Barco de Ávila del cual el fundador tomó su nombre para sustituir  la  denominación aborigen de Río de las Ahuyamas. Al frente está la sabana alta y poblada donde asienta la Villeta de los alcaldes Rodrigo  de Parada y Rodrigo Sánchez de Parada y de tantos alcaldes de los siglos XVII y XVIII que conocieron de las esperanzas como conocieron de las penurias y horrores de los ataque de los indios de la nación Chinata que se prolongaron desde 1623  hasta  1702 causando incendios, robos y asesinatos, siendo el estupor terrorífico de los vellorios. Es la misma Villa del Procurador Don Francisco de Cárdenas quien en 1654 se quejara ante el Visitador don Diego de Baños y Sotomayor de las pobrezas y desamparos de la Villa. Es la misma Villa que visitó en 1655 el doctor Juan Modesto de Méler, quien describió un sucinto diario geográfico de los sitios tachirenses visitados de sur a norte, desde el pueblo de Capacho hasta la ciudad del Espíritu Santo de La Grita y el Valle de los Bailadores, Es la misma Villa que nunca ha sido conmovida por estremecimientos ideológicos, sino que sumisa al Rey de España sólo ha conocido consagración leal y casi religiosa a la corona del monarca, Es la mismo Villa de la Iglesia de San Cristóbal, antes de paja y bahareque y ahora de ladrillos y provista de una torre centinela. Allí siempre han acampado los Santos Patronos, San Cristóbal, su epónimo, Patrono de los Viajeros y San Sebastián, mártir invocado ante los horrores de los flechazos de los indios Chinatos. Bolívar detiene el paso.

LA VILLA SE ESTREMECE Y CANTA
   Está próximo abrirse el telón parara para dar vista en el teatro de los grandes acontecimientos del mundo, a la hermosa escena apacible y  febril, recatada y casi heroica, en que San Cristóbal será autora protagonista del gran drama de la libertad de América. El Tormes hace rodar con impulsos regocijados que vienen de las cumbres alborozadas de los páramos, sus caudales rojizos como lluvia rodante de rubíes para alfombrar el paso del paladín. El Tamá, enhiesto y majestuoso, mudo pero soberano desde tiempo inmemorial observa. Sí, el Tamá mira estupefacto el paso del Caudillo próximo a pisar las calles de la Villeta que ha custodiado desde el comienzo de su historia. El Tamá atisba que el estandarte de Castilla  se ha de doblegar ante el arrogante vigor del hombre invencible y singular, Los cerros que conocerán los siglos del futuro como Loma de Pánaga, Loma del Viento y Loma de Pío que desgranan sus guirnaldas de rosas y margaritas desde los balcones de la esperanza, se conmueven en sus entrañas vegetales. Sacuden sus años ancestrales y riegan ramilletes florecidos por las riberas del Valle de Santiago cuyos senderos aligeran el paso del batallón de la victoria. La Machirí, que siempre ha acompañado a la Villeta en sus dolores y alborozos, ensaya tributos  de corrientes alígeras y de tenues lágrimas rojizas porque parece desgranar un rosario de exaltaciones ante el hálito del guerrero que viene coronado de mil proezas. El lecho de la aurora, el lugar por donde nace el sol, que dos décadas más tarde se bautizará con el nombre e Pirineos, trae a la memoria las estampas de las montañas de nieve y sol que el viajero enardecido de la libertad ha recorrido en sus andares por la Europa acompañado de su maestro Simón Rodríguez. Este lecho de la aurora se adereza con el perfume de los pomarrosos que parecen reventar mejor sus sazonados frutos, azucarados como miel perfumada por las hadas pródigas, y sonrosados como los claveles de la Villa sorprendida que se  asoman atónitos y sonreídos a la vera de los caminos. A lo lejos, hacia el norte, los parajes distantes parecen prorrumpir en un cántico de gloria para profetizar convictos ante el héroe que la Villa del presente será gran urbe del futuro que cantará sus victorias en tono mayor  con himnos acompasados. Todos los cerros que rodean la Villa se agigantan coronados por brillantes nubes blancas. Estas reproducen al andante cruzado de la libertad y de la gloria memorias emocionadas de cuando hace apenas pocos años admiró los oros y laureles de Napoleón coronado en Notre Dame con la corona imperial y coronado en Milán con la corona de los reyes lombardos.
  En medio de esta escena de postales, emociones y recuerdos Simón bolívar cruza el Tormes por el sitio de Puente Real, el mismo día 16 de abril en horas de la tarde. Sube por  una cuesta empinada, por los costados del Cementerio actual y cruza a la derecha buscando la Avenida San José y el pie del desfiladero de Filisco. Asciende por este desfiladero y llega a los pies de la torre de la Iglesia de San Cristóbal. Es así como este día 16 de Abril de 1813 las embrujantes Brisas del Tormes han besado por primera vez la frente nimbada de resplandores del paladín de las proezas de Venezuela y de América y los alientos de San Cristóbal se confunden con los hálitos jadeantes del gran soldado. Son las cinco de la tarde.
    Al pie de la torre de la Iglesia de San Cristóbal ubicada en la esquina sureste de la Plaza Pública de la Villa, reposa desde tiempos inmemoriales anteriores a Juan Maldonado una gran piedra. Bolívar se sube a ella y desde ese atalaya soberano arenga a sus soldados neogranadinos y venezolanos. Por vez primera en su historia, los mansos habitantes de la Villa escuchan vibrantes palabras de desobediencia al omnipotente monarca español. ¿Cosas nuevas?..... Toma Bolívar vista de la Plaza Púbica que idealmente llamaremos Plaza de la Fundación, Plaza Mayor o Plaza  de Armas y, vivamente emocionado incursiona por sus alrededores. Pasa por los sitios donde se en estos momentos la Sociedad Bolivariana y la Academia de la Historia del Táchira. De la Plaza Pública y de  los lugares nombrados, llega a la actual esquina de calle 4 con carrera 4 y, doblando un tanto a la izquierda pocos pasas, va a alojarse en la casa de la heroína tachirense María del Carmen Ramírez de Briceño, en sitio cercano a donde se ubicará en el siguiente siglo la casa de Mons. Dr. Carlos Sánchez Espejo. Es María del Carmen Ramírez de Briceño una distinguida y acaudalada dama que se habrá de inmortalizar por recibir en sus opulentas casas del Rosario de Cúcuta y San Cristóbal al Libertador de la América Hispana.
     En estos días celebramos con gran júbilo el segundo centenario de estos pasos fastos. Hoy seguimos la marcha de la patria por los senderos de la libertad y la grandeza.
    A propósito de esta primera visita del Libertador a San Cristóbal diremos que en 1813 era gobernador del Estado Táchira el general Pedro Murillo, quien legó una estela de idealismo y de acción bolivariana. El presidió el Centenario de la entrada del Libertador a nuestra ciudad. El organizó un lúcido acto en la esquina de Filisco el 16 de abril como nos los demuestra el archivo gráfico de don Luis Fossi Villasmil, y él decretó  él decretó el 16 de abril la erección de un Arco de Arco de Triunfo Bolivariano que debería erigirse en la mencionada esquina de Filisco, cruce con la Avenida Sn José por donde entró el Libertador, con la calle Villapol. Dicho Arco debería descansar sobre columnas áticas en las cuales se grabarían los nombres  de los héroes neogranadinos y venezolanos que le acompañaron en la gloriosa jornada de la Campaña Admirable, entre ellos Antonio Ricaurte, Atanasio Girardot, Rafael Urdaneta, José Félix Ribas, José María Ortega, Luciano D'Elhuyar, Fermín Ribón, Francisco de Paula Vélez, Hermógenes Masa, José Tejada, Tomás Planas, Tomás Gutiérrez, José María Mantilla, José María París, Manuel París, Pedro Alcántara, José María Ricaurte.  Al fondo   del  Arco debería aparecer el nombre Simón Bolívar con la siguiente leyenda: Entró por primera vez a esa ciudad el 16 de abril de 1813 a las 5 de la tarde. Así fue el general Pedro Murillo quien organizó el primer centenario de la entrada de Bolívar a San Cristóbal. Hoy somos nosotros.  Es la Academia de Historia del Táchira, es la  Sociedad Bolivariana y todo el pueblo del Táchira actual quienes celebramos el segundo centenario e la entrada del Libertador.

CONTINUACIÓN  DE BOLIVAR EN EL TACHIRA
Querida ciudad de San Cristóbal. Sí, es un gran gozo exultante para vos y para vuestras  generaciones futuras el haber recibido esta triunfal visita del 18 de abril de 1813. Desde este día luciréis en las  páginas de la Historia de Venezuela como villa de abolengo. Desde este día entráis en la historia de la independencia Venezuela. Después de esta prodigiosa gesta  vendrán días más significativos y gloriosos para vos. Vendrán los escritores, los historiadores y los poetas del futuro que estamparán en vivos párrafos y vibrantes  estrofas vuestras grandezas y vuestra vocación por la causa bolivariana de la libertad.
   Continuando con nuestra narración militar, diremos que Bolívar pernoctó esta noche  del 16 de abril en la casa de María del Carmen Ramírez de Briceño. No  puede demorarse mucho tiempo en la Villa, porque necesita explorar los lugares de campaña y las condiciones del ejército patriota. Por ello parte muy de mañana del día 17 para la ciudad de La Grita. El itinerario seguido nos lo vuelve a señalar el profesor José García Rodríguez: San Cristóbal, Táriba, Lobatera, Los Horcones, Arcabucos, El Zumbador, Yerba  Buera, El Cobre, Angostura y la Grita. En esta forma Bolívar recorre todo el centro del Táchira, como si su persona si sus luminosas y  vibrantes ideas regaran toda nuestra tierra de sus predicciones. Al llegar a La Frita el día 17 se entera de que el Coronel Don Manuel del Castillo y Rada  junto con los competentes oficiales Atanasio Girardot y Francisco de Paula Santander han obligado a don Ramón Correa - derrotándolo -  a abandonar el sitio de Angostura  a huir hacia Bailadores y Mérida. En la Grita  Bolívar y del Castillo  no han logrado ponerse de acuerdo. Del Castillo se niega a proseguir más adelante y así se lo hace saber al Congreso de la Unión de la Provincias de la Nueva Granada. Hay deserción en las tropas patriotas debido a estas desavenencias. Es cuando Rafael Urdaneta exclama ante Bolívar: General, si con dos hombres basta para emancipar la patria, pronto estoy a acompañar a Ud. En La Grita Bolívar es llevado por el padre Frenado José García, de la heroica y gloriosa estirpe de los García de  Hevia, al Llano de la Santa Cruz. Allí hace gran demostración de su fe religiosa ante el Santo Cristo del milagro de Tadea en La Grita. Luego se aloja en la Casa de Balcón del padre Fernando José García y regresa a Cúcuta a esperar el tan ansiado permiso de la Unión Neogranadina. El retorno lo hace por el mismo corazón de la verde y espesa geografía tachirense: Angostura, Yerba Buena, el Zumbador, El Palmar, Mesa de Laura, La Raya, El Llano de Codero, Llanitos, San Cristóbal. Capacho  San Antonio. Nuevamente el Libertador ha recorrido el corazón de la geografía tachirense. El notable historiador Juan Nepomuceno Contras Serrano, Hijo i Ilustre de San Antonio y Miembro de la Academia Nacional de la Historia, nos cuenta en su conferencia “Contactos de Libertador con San Cristóbal”, que a su regreso Bolívar acampa en el sitio de Llanitos, entre el Llano de Cordero y San Cristóbal, en la finca opulenta que allí tiene el notable caballero trujillano don Manuel Briceño Altuve. Este caballero da a Bolívar y a sus acompañantes un exquisito almuerzo, de todo lo cual queda Bolívar muy agradecido. Don Manuel  Briceño Altuve, según nos reporta el ilustra Académico  doctor  Aurelio Ferrero Tamayo en la Revista de la Sociedad  Bolivariana del Táchira correspondiente a Julio de 1986 Nº 2, en su trabajo intitulado “El Libertador en San Cristóbal”, es un caballero trujillano que en 1813 tenía 34 años, y que estaba casado con una  parienta del prócer colombiano Francisco de Paula Santander  que se llamaba Ana Francisca Claveau Fortul, la cual era hija de francés Pedro Claveau y de Teresa Fortoul Santander.  El matrimonio se había efectuado en 1804 en la Villa del Rosario de Cúcuta.

LA CAMPAÑA ADMIRABLE
            Una vez en Cúcuta Bolívar sigue en espera del ansiado permiso del Congreso Neogranadino para invadir a Venezuela. En mayo llega  la autorización  para cuya  obtención  ha sido muy valiosa la gestión del Dr. Cristóbal Mendoza. Recibida dicha autorización para  invadir las Provincias de Mérida y Trujillo, gran a animación reina en las calles de la Villa de San José de Cúcuta el día 10 de mayo, pues esta fecha es la señalada para que Bolívar presente ante la sala del Concejo su juramento de proceder bajo las órdenes del Congreso de la Unión de Provincias Unidas de  la Nueva Granada su fidelidad a la causa de la libertad para invadir a Venezuela. Célebre momento es éste pues señala el inicio de la gran fraternidad que habrá de establecerse entre los dos países de Venezuela y la Nueva Grand, fraternidad  que se mantendrá a lo largo de todos los avatares políticos de dos décadas hasta 1830. Se presenta el paladín ante la Sala del Concejo de Cúcuta con una brillante escolta presidida por Atanasio Girardot, José Félix Ribas y Rafael Urdaneta. Prestado el juramento todo  está listo para la marcha. Santander no sigue a Bolívar. Queda defendiendo la Villa de  San José de Cúcuta con un contingente de 290 hombres. Tiene que defenderla  ante las atrocidades de Bartolomé Lizón quien comete numerosos crímenes, entre ellos el sacrificio de la dama Mercedes Abrego de Reyes por el solo delito de haber bordado una casaca par e Libertador Simón Bolívar.
    El genio caraqueño ve y siente cumplidas sus esperanzas de invadir a Venezuela para su redención. A fin de rescatarla de las atrocidades de su enemigo Domingo Monteverde. Sale de Cúcuta  la fecha del 14 de mayo y ese mismo día está en San Cristóbal. Nuestra Villa se convierte en lo que más tarde  señalará el Dr. Ramón J.  Velásquez, en sitio de estación para la tregua. Porque la Campaña Admirable se compone de dos gestas guerras, de un ángulo victorioso. Primero es la Campaña del Bajo Magdalena. Después es la Campaña de Venezuela. San Cristóbal está en el Centro de las dos campañas. Y el corazón geográfico del Táchira es el inicio del camino de la segunda gesta. El cruzado de la gloria sigue su camino. Sigue por  La Grita y Bailadores y entra a Mérida el 23 de mayo. Allí recibe del ilustre Ayuntamiento el título de Libertador. El  mismo será ratificado en Caracas en la Iglesia de San Francisco por un grupo de autoridades y notables el día 14 de octubre. De Mérida sigue en marcha triunfal a  Trujillo donde lanza su Decreto de Guerra a Muerte. Este decreto ha desatado muchas consideraciones y suspicacias  analíticas respecto a la personalidad y sentimientos de Bolívar. Pero si a hoy día contemplamos el verdadero y real panorama en que se encontraba Venezuela en aquellos  terribles y azarosos días, daremos toda la razón al Libertador. La causa de la caída de la primera república no había sido solamente la superioridad numérica de las fuerzas de Domingo Monteverde. No  a esta causa se sumaban poderosas  causas de índole intelectual y  de fanatismo. Los realistas se habían valido de la ignorancia del pueblo para envenenar sus pensamientos y decisiones. Lo habían corrompido con absurdos argumentos de fidelidad al rey y mentiras religiosas. Y ante estas falsas elucubraciones el pueblo había sucumbido y no aceptaba otra ideología que no fuese su obediencia y sumisión a la causa del monarca. Era necesaria una medida poderosa y definitiva que inclinase la balanza de los pensamientos y sentimientos hacia la causa de la independencia sin dudas ni vacilaciones, sino de una forma enérgica y definitiva. Y esta forma enérgica, definitiva y necesaria era el Decreto de Guerra a Muerte.
   Sigue Bolívar a Carache, Niquitao,  los Horcones, Taguanes y Caracas donde entra el 7 de agosto. Guillermo Morón nos resume toda la epopeya en estos párrafos: “Si toda la  acción militar ha pasado a la historia como  “Campaña Admirable”, los combates sobresalientes fueron. 1) Niquitao, cerca de Trujillo el 2 de Julio en que el  coronel José Félix Ribas triunfa sobre el coronel realista José  Martí;  2) Los Horcones, cerca de Barquisimeto el 23 de Julio donde el mismo Ribas derrota  al coronel Francisco Oberto; 3)Taguanes, entre San Carlos y Valencia el 23 de Julio donde Simón Bolívar  derrota al coronel Julián Izquierdo, quien herido en la batalla se traslada a San Carlos, donde muere:  Esta victoria es la más completa de toda la Campaña. Monteverde, que se halla en Valencia, apenas tiene tiempo de huir hacia Puerto Cabello, abandonando aquella ciudad y dejando franco el camino a Caracas”. La Campaña Admirable es el primer paso majestuoso del Libertador Simón Bolívar hacia el Olimpo de los héroes homéricos.
    Finalizando con Arcadio Quintero Peña anotaremos: “En menos de tres meses, después de atravesar centenares de leguas, desbaratando a un enemigo doce veces superior, cuatro Provincias, Mérida, Trujillo, Barinas y Caracas y las dos principales ciudades de la República se veían libres; el ejército patriota elevado a más de tres mil hombres, si mal vestidos bien municionados, y Monteverde, en fin, encerrado con espanto en Puerto Cabello, acosado por las divisiones de Urdaneta y Girardot.
    Admirable Campaña que, guardadas las proporciones, podría resistir un paralelo con la primera campaña de Italia por Napoleón, y cuyos hechos, dice O’Leary, ·más tarde se mirarán  como fabulosos, como exageraciones de la historia.

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