Ofrenda Floral en el patio central de la Casa Bolivariana
Discurso de Orden del Dr. José Joaquín Villamizar Molina, Individuo de Número de la Academia y Cronista Oficial de la Ciudad de San Cristóbal
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SAN CRISTOBAL
EN LA CAMPAÑA
ADMIRABLE
J. J. Villamizar Molina
Discurso pronunciado en
la Academia de la Historia del Táchira
el 16 de Abril de 2.013 al conmemorarse el Bicentenario de la entrada de
Bolívar a San Cristóbal dentro del marco de la Campaña Admirable.
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Saludo
San Cristóbal, ciudad amada! Os saludo en el inmenso alborozo de vuestro Bicentenario.
Os saludo en todos los momentos de vuestros anhelos, de vuestras horas
estelares y de vuestras glorias. Estoy a vuestro lado unido al gozo de esta
Academia de Historia en el Bicentenario del honor infinito que sentisteis ante
los pasos de vuestro ilustre huésped. Este regocijo unifica todas vuestras
horas de esperanza, felices y gratificantes, presentidas y convertidas en
hermosas realidades. Hoy venimos a vivir con vos los íntimos gozos de vuestra
felicidad.
Del abismo a la cima
Bolívar es el ave fénix del triunfo y la grandeza. Pocas veces él se ha
encontrado tan triste y desolado, tan angustiado y abandonado como en estos días
de noviembre de 1812 cuando, frente a las playas del mar Caribe y las
formidables murallas de Cartagena siente
la desgracia de la pérdida de la Fortaleza de Puerto Cabello y la Capitulación del Generalísimo Francisco
de Miranda. Pero pocas veces su genio se
ha remontado a las alturas de ambicioso soñador e invicto héroe predestinado
como en estos mismos momentos. Con él se encuentran algunos refugiados que han
huido de las crueldades de Domingo Monteverde como José Félix Ribas, Manuel
Cortés de Campomanes, Miguel Carabaño, Fernando
Carabaño, Antonio Nicolás Briceño y el
general Pedro Labatut, antiguo pirata y ambicioso integrante del estado mayor del generalísimo.
Parece que nadie de apiade del olvidado
venezolano. Desesperado él prorrumpe el 15 de diciembre en su Manifiesto dirigido
a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño. Allí analiza las causas
a que respondió la caída de la República de Venezuela al tiempo que pide
auxilios al gobierno de esa gran porción de América para proceder a la redención de su patria.
Pareciera que el silencio es atormentador. No obstante, dos figuras preclaras
se levantan y oyen sus clamores. Son ellos el prócer Manuel Rodríguez Torices,
Presidente del Estado de Cartagena y Camilo Torres, Presidente de la Unión de
Estados Neogranadinos
Por lo pronto el presidente Rodríguez Torices envía
a Bolívar a incorporarse al puesto de Barranca en el Bajo Magdalena. Todo el
Bajo Magdalena está infestado de realistas
que impiden la comunicación con el interior del `país. Estar destacado en el
puesto de Barranca bajo las órdenes del general Pedro Labatut es algo injurioso para su genio
singular, inconforme y resplandeciente;
para los visos de su espada que
no cesa ni un instante en irradiar destellos fulgurantes para dar la redención a
Venezuela. Entonces él emprende acciones que sólo se pueden comprender a la luz
de su genio y sus impulsos. Mas, por una providencia singular se unen a Bolívar a cada instante muchos hombres porque
su magnetismo irresistible es tal, que quienes le observan se sienten atraídos
por una fuerza tentadora que les obliga a unirse bajo su bandera desplegada
donde fulguran las estrellas de la libertad. Por ello emprende la osada acción,
la Campaña del Bajo Magdalena. Sabe – y tiene la convicción- que de aquí en adelante
su camino se abrirá de triunfo en triunfo, de laurel en laurel, de marcha hacia
el Olimpo con paso de vencedor. Labatut
ha ordenado a Bolívar que permanezca en Barranca y que no se mueva de allí sin
órdenes expresas de él. Pero Bolívar el 23 de diciembre de 1812, con una fuerza
insignificante ataca y sorprende a los
realistas en Tenerife, anotándose el primero de sus triunfos. Marcha hacia
Mompox, en donde es aclamado Comandante Militar de la Ciudad y donde se le unen
muchos hombres. Reforzado con los momposinos, se adelanta hasta el Banco, que
el enemigo abandona huyendo por el río César, pero Bolívar lo alcanza y
destruye en Chiriguaná, tomándole todos los buques y armamentos. Vuelto al
Magdalena, asalta a Tamalameque, toma a Puerto Real y entra a Ocaña en medio de
las aclamaciones de su pueblo. En esta primera etapa de la Campaña del río
Magdalena queda despejada y restablecida la comunicación con el interior del
país, por lo que Bolívar recibe el aplauso del gobierno y del pueblo de
Cartagena, a pesar de las propuestas de Labatut, quien pide para el héroe un
consejo de guerra por indisciplina”.
Toma de Cúcuta
Como consecuencia del triunfo de
Monteverde que ocupa toda Venezuela, el realista don Ramón Correo se ha posesionado de Valle de
Cúcuta para vigilar la situación. Para
contenerlo el coronel cartagenés don Manuel del Castillo y Rada opera en Pie de
Cuesta. Al saber el triunfo de Bolívar que está en Ocaña le invita para combatir
a Correa. Bolívar se ocupa de enviar a José Félix Ribas a Cundinamarca a fin de
obtener el permiso para invadir a Venezuela. Sale de Ocaña por la vía de
Salazar de las Palmas y el 28 de febrero de 1813 infringe, con quinientos
hombres, una derrota a Correa que le enfrenta con una fuerza doblemente más
numerosa en San José de Cúcuta. Toma del enemigo toda la artillería, un
importante material de guerra y un cuantioso botín. Las acciones de Bolívar se
han caracterizado por la sorpresa y la rapidez. Dos meses sólo han bastado al
fulgurante caudillo para realizar la Campaña del Bajo Magdalena.
En Cúcuta se une a Bolívar el
coronel Manuel del Castillo y Rada con quien no tarda en surgir desavenencias. El coronel cartagenés considera
una imprudente osadía y una temeridad llevar las tropas neogranadinas a Venezuela. Piensa que seguir más allá de
Mérida donde de seguro les esperarán a los soldados neogranadinos una derrota y
aniquilamiento es una acción temeraria desprovista
de todo buen razonamiento. Así lo hace conocer al Congreso de la Unión, pero su
presidente Camilo Torres da la razón a Bolívar, le hace autoridad suprema del
ejército, le nombra ciudadano de la
Nueva Granada y le otorga el título de Brigadier (General de Brigada de los
Ejércitos de la Unión). Nariño, por otra parte, desde Cundinamarca le envía a Cúcuta
un contingente de 150 hombres mozos y valientes para integrar su ejército y
proseguir la campaña.
El Libertador en
Venezuela
Del Castillo por lo pronto acepta
seguir hasta la Grita y se dirige allí con 800 hombres y los diestros oficiales
Atanasio Girardot y Francisco de Paula Santander. Bolívar intenta perseguir a
Correa y en efecto lo hace hasta San
Antonio del Táchira que es la primera Villa de los Andes venezolanos en sentir
las plantas redentoras del padre de la patria. Allí en San Antonio lanza su
primera proclama en Venezuela:
“Vosotros tenéis la dicha de ser los primeros en levantar la cerviz, sacudiendo
el yugo que os abrumaba con mayor crueldad, porque defendisteis en vuestros
propios hogares sagrados derechos. En este día
ha resucitado la República de Venezuela, tomando el primer aliento en la
patriótica y valerosa Villa de San Antonio, primera en respirar la libertad,
como es en el orden local de vuestro sagrado territorio.”
“La palabra elocuente
del héroe, no solo convence – dice el profesor José García Rodríguez - sino que
arrastra tras sí, y pronto figuran en esa
“Legión de Honor” los sanantonienses Agapito Ramírez, Fernando Ramírez, Juan
Agustín Ramírez y el notable hacendado, hijo de Ureña Antonio José Maldonado. Gentes de toda nuestra geografía
regional engrosan las filas patriotas: Antonio María Ramírez, Hermenegildo
Prato, José de Jesús Martínez, los
Sánchez y Sebastián Ramírez participan en las acciones gloriosas de la Angostura
y en las que habrán de sucederse.
El héroe en San Cristóbal
Bolívar regresa a Cúcuta
a esperar la autorización del Congreso Neogranadino para invadir a Venezuela.
Jamás espera ha sido tan prolongada. Casi dos meses y medio dura la llegada de
la buena nueva. Entre tanto el brigadier se preocupa por saber cuáles son las
características de los lugares que va a invadir y cuáles las posiciones, planes
y criterios del ejército patriota. Impulsado por estos intereses sale de Cúcuta
el 16 de Abril de 1813. El itinerario lo fija el profesor José García Rodríguez
en el Boletín del Centro de Historia del
Táchira Nº 19, Mayo-julio de 1968 en la siguiente forma: Cúcuta, San Antonio, La
Popita, Caicaguita, Clemones, Alto Viento, Capacho, Ranchería, Piedra Ancha y
Zorca. Bolívar prosigue sus pasos. Mira hacia adelante. Hacia la altura. Hacia
la sabana alta y poblada.
Está próximo a abrirse el
telón para dar vista en el teatro de los
grandes acontecimientos del mundo, a la hermosa escena, apacible y febril, recatada
y heroica, en que San Cristóbal será autora protagonista del gran drama de la
redención de América. El Torbes hace rodar con impulsos regocijados que vienen
de las cumbres alborozadas de los páramos, sus caudales rojizos como lluvia
rodante de rubíes para alfombrar el paso del paladín. El Tamá, enhiesto y
majestuoso, mudo pero soberano desde tiempo inmemorial observa. Sí, el Tamá
mira estupefacto el paso del Caudillo próximo a pisar las calles de la Villeta
que ha custodiado desde el comienzo de su historia. El Tamá atisba que el estandarte de Castilla se ha de
doblegar ante el arrogante vigor del
hombre invencible y singular.
Loma de Pánaga y Loma de Pío que desgranan sus guirnaldas de rosas y margaritas
desde el verde balcón de las esperanzas, se conmueven en sus entrañas
vegetales. Sacuden sus años ancestrales y riegan ramilletes florecidos por las
riberas del valle de Santiago cuyos senderos aligeran el paso del batallón de la Victoria. La Machirí, que
siempre ha acompañado a la Villeta en sus dolores y alborozos, ensaya tributos
de corrientes alígeras y de tenues lágrimas rojizas porque parece desgranar un
rosario de exaltaciones ante el hálito
del guerrero que viene coronado de mil proezas. El lecho de la aurora, el lugar
por donde nace el sol, que tres décadas más tarde tomará el nombre de Pirineos,
trae a la memoria las estampas de las
montañas de nieve y sol que el viajero enardecido por la Libertad ha recorrido
en sus andares por Europa acompañado de
su maestro Simón Rodríguez. Este lecho de la aurora se adereza con el perfume
de los pomarrosos que parecen reventar mejor sus sazonados frutos, azucarados como miel perfumada por las hadas pródigas y sonrosados como los claveles de la Villa sorprendida
que se asoman atónitos y sonreídos en la vera de los caminos. A lo lejos, hacia
el norte, los parajes distantes parecen prorrumpir en un cántico de gloria para
profetizar convictos ante el héroe que la Villa del presente será gran urbe del
futuro que cantará sus victorias en tono mayor con himnos acompasados. Todos los cerros que rodean la Villa se agigantan
coronados por brillantes nubes blancas. Estas reproducen
al andante cruzado de la libertad y de la gloria memorias emocionadas de cuando
hace apenas pocos años admiró los oros y laureles de Napoleón coronado en Notre
Dame con la corona imperial y coronado en Milán con la corona de los reyes lombardos.
En medio de esta escena de postales, emociones y recuerdos Simón Bolívar
cruza el río Tormes por el sitio de Puente Real, el mismo día 16 de Abril en
horas de la tarde. Sube por la cuesta empinada, por los costados del Cementerio
actual y cruza a la derecha buscando la Avenida San José y el pie del desfiladero de Filisco. Asciende por este
desfiladero y llega a los pies de la torre de la Iglesia de San Cristóbal. Es
así como este día 16 de Abril de 1813 las embrujantes Brisas del Tormes han
besado por primera vez la frente nimbada de resplandores del paladín de las proezas
de Venezuela y de América y los alientos de San Cristóbal se confunden con los
hálitos jadeantes del gran soldado. Son las cinco de la tarde.
Al pie de la Torre de la Iglesia
de San Cristóbal, ubicada en la esquina sureste de la Plaza Pública de la
Villa, reposa desde tiempos inmemoriales
anteriores a Juan Maldonado una gran piedra. Bolívar se sube a ella y desde ese
atalaya soberano que circundan las primeras estrellas de la tarde, arenga a sus
soldados neogranadinos y venezolanos. Toma el Libertador vista de la Plaza
Pública que idealmente llamaremos Plaza de la Fundación, Plaza Mayor o Plaza de Armas, y vivamente
emocionado incursiona por sus alrededores. Pasa por el sitio donde nos
encontramos en estos momentos, en este mismo y auténtico lugar donde se alzan
la Sociedad Bolivariana y la Academia de la Historia del Táchira. De la Plaza Pública de San Cristóbal
y de estos lugares donde se desarrolla el presente acto, llega a la actual esquina de la Calle 4 con
Carrera Cuatro 4, y, doblando un tanto a la izquierda pocos pasos va a seguir por la Carrera 4 para ir a alojarse
en la casa de la heroína tachirense María del Carmen Ramírez de Briceño en
sitio donde se ubicará el siguiente siglo la residencia del Iltmo. Mons. Dr.
Carlos Sánchez Espejo. Es María del Carmen Ramírez de Briceño, una distinguida y acaudalada dama con ideales muy acendrados
por la causa de la Independencia y por la libertad de América. Es ésta, dama de alta prosapia y de alta posición económica
y tiene entre sus grandes méritos el haber alojado a Bolívar en sus opulentas casas
del Rosario de Cúcuta y de San Cristóbal durante las visitas que el héroe
dispensa a estas Villas.
Hoy celebramos con gran júbilo el
segundo Centenario de estos pasos fastos.
Con ellos seguimos la marcha de la patria por senderos de libertad y de
grandeza.
A propósito de esta primera visita
del Libertador a San Cristóbal diremos que en 1913 era Presidente del Estado
Táchira el general Pedro Murillo quien dejó una
estela de idealismo y de acción bolivariana. El presidió el Centenario
de la entrada de Bolívar a nuestra ciudad. El organizó un lúcido acto en la
esquina de Filisco el día 16 de Abril como nos lo demuestra el archivo fotográfico de don Luis Fossi
Villasmil, y él decretó el día 18 de abril la erección de un Arco de Triunfo
Bolivariano que debería erigirse en la mencionada esquina de Filisco, cruce de
la Avenida San José por donde entró el Libertador, con la calle Villapol. Dicho arco debería
descansar sobre columnas áticas en las cuales se grabarían los nombres de los
héroes neogranadinos y venezolanos que le acompañaron en la gloriosa jornada de
la Campaña Admirable, entre ellos Antonio Ricaurte, Atanasio Girardot, Rafael
Urdaneta, José Félix Ribas, José María Ortega, Luciano D’Elluyar, Fermín Ribón,
Francisco de Paula Vélez, Hermógenes Maza, José Tejada, Tomás Planas, Tomás
Gutiérrez, José María Mantilla, José
María París, Manuel París, Pedro Alcántara, José María Ricaurte… Al fondo del
arco debía aparecer el nombre de Simón Bolívar con la siguiente leyenda: Entró
por primera vez a esta ciudad el 16 de Abril de 1813 a las 5 de la tarde. Así
fue el general Pedro Murillo quien organizó el Centenario de la primera visita
del Libertador a San Cristóbal. Hoy somos nosotros. Es la Academia de la
Historia, la Sociedad Bolivariana y todo el pueblo del Táchira actual quienes
celebramos el segundo Centenario de esta entrada triunfal.
Querida ciudad de San Cristóbal, si, es un gozo exultante para vos y para vuestras
futuras generaciones el haber recibido esta triunfal visita del 16 de abril de
1813. Desde este día luciréis en las páginas de la historia como Villa de
abolengo. Desde este día entráis en la historia
de la independencia de Venezuela. Después de esta prodigiosa gesta
vendrán días más significativos y gloriosos para vos. Seguirán escribiendo en
las páginas de la historia vuestras contribuciones y hazañas el mismo Simón Bolívar,
y personajes tan singulares como el Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de
Sucre, Rafael Urdaneta, Antonio Ricaurte, Atanasio Girardot, Rafael Urdaneta,
Pedro Briceño Méndez y el obispo José María Esteves, quienes desde este día
hasta los clamores del Congreso Admirable dejarán oír vuestras voces. Después
vendrán los escritores, los historiadores y los poetas del futuro que
estamparán en vivos párrafos y vibrantes estrofas vuestras grandezas y vuestra vocación
por la causa bolivariana y por la libertad.
Continuando con nuestra narración
militar, diremos que Bolívar pernocta esta noche del 16 de Abril en la casa de
María del Carmen Ramírez de Briceño. No puede demorarse mucho tiempo en la
Villa, porque necesita explorar los lugares de su campaña y las condiciones del
ejército patriota. Por ello parte muy de mañana del día 17 para la ciudad de La
Grita. El itinerario seguido nos lo vuelve a señalar el profesor José García
Rodríguez: San Cristóbal, Táriba, Lobatera, Los Horcones,
Arcabucos, Zumbador, Yerba Buena, el Cobre, Angostura y La Grita. Al llegar a la Grita el día 17 se encuentra con que el día 13 el
Coronel Manuel del Castillo y Rada, junto con los competentes oficiales
Atanasio Girardot y Francisco de Paula Santander ha obligado a don Ramón Correa
– derrotándolo - a abandonar el sitio de Angostura y a huir hacia La Grita y
Mérida. En La Grita se encuentran Bolívar y Del Castillo quienes no logran
ponerse de acuerdo. Del Castillo se niega a proseguir más adelante y así lo hace saber al Congreso de la Unión Neogranadina.
Hay deserción de las tropas por los motivos señalados. Urdaneta, consciente del
daño que causa esta deserción exclama ante Bolívar: “General: Si con dos
hombres basta para emancipar la patria, pronto estoy a acompañar a Ud.” En La
Grita Bolívar es llevado por el padre Fernando José García al Llano de la Santa
Cruz. Allí hace una gran demostración de su fe religiosa ante el Santo Cristo
del milagro de Tadea de La Grita. Luego se aloja en la Casa de Balcón del padre
Fernando José García y regresa a Cúcuta
a esperar la tan ansiada autorización del Congreso Neogranadino. El retorno es por la vía de Angostura, el Cobre, Yerba
Buena, el Zumbador, El Palmar, Mesa de Aura, La Raya, el Llano de Cordero, y
San Cristóbal. El notable historiador Juan Nepomuceno Contreras Serrano,
ilustre hijo de San Antonio y Miembro de la Academia Nacional de la Historia,
nos cuenta en su importante conferencia “Contactos de Libertador con San
Cristóbal”, que a su regreso de La Grita
Bolívar acampa en el sitio de Llanitos, entre el Llano de Cordero y San
Cristóbal, en la opulenta finca que allí tiene el notable caballero trujillano don
Manuel Briceño Altuve. Este caballero le da a Bolívar y a sus acompañantes un exquisito
almuerzo del cual Bolívar queda muy agradecido. Don Manuel Briceño Altuve.
Según nos cuenta el insigne e ilustre académico
Aurelio Ferrero Tamayo en la Revista de la Sociedad Bolivariana del
Táchira correspondiente a Junio de 1986
Nº 2, en su trabajo intitulado “El Libertador en San Cristóbal”, era un
caballero trujillano. que en 1813 tenía 34 años y que estaba casado con una
parienta del prócer Francisco de Paula Santander que se llamaba Ana Francisca
Claveau Fortoul, la cual era hija del francés Pedro Claveau y de Teresa Fortoul
Santander. El matrimonio se había efectuado en 1804 en la Villa del Rosario de Cúcuta.
La Campaña Admirable
Una vez en Cúcuta Bolívar sigue en
espera del tan ansiado permiso del Congreso Neogranadino para invadir a Venezuela.
En Mayo llega el permiso para cuya obtención
ha sido muy valiosa la intersección del
Dr. Cristóbal Mendoza. Recibida dicha autorización para invadir las provincias de Mérida y
Trujillo, gran animación reina en las calles de la Villa de San José de
Cúcuta el día 10 de mayo, pues esta
fecha es la señalada para que Bolívar presente ante la Sala del Concejo su
juramento de rendir bajo las órdenes del Congreso y la Unión de Provincias Neogranadinas
su fidelidad a la causa de la libertad al invadir a Venezuela. Célebre momento
es éste, pues señala el comienzo de la gran fraternidad que habrá entre los dos
países de Venezuela y la Nueva Granada, fraternidad que se mantendrá a lo largo
de todos los avatares políticos de dos décadas, hasta 1830. Se presenta el
paladín ante la sala del Concejo de Cúcuta con una brillante escolta presidida
por Atanasio Girardot, José Félix Ribas y Rafael Urdaneta. Prestado el
juramento todo está listo para la marcha. Santander que no sigue a Bolívar
queda defendiendo la ciudad de Cúcuta con un ejército de 290 hombres. La verdad
es que la defiende a pesar de grandes dificultades ante las atrocidades de
Bartolomé Lizón quien comete numerosos crímenes, entre ellos el sacrificio de
la dama Mercedes Abrego de Reyes por el sólo delito de haber bordado una casaca
para el Libertador Simón Bolívar.
El genio caraqueño ve y
siente cumplidas sus esperanzas de
invadir a Venezuela y rescatarla de las atrocidades de Domingo Monteverde. Sale
de Cúcuta el día 14 con 500 hombres y en la misma fecha llega por segunda vez a
San Cristóbal, esta vez en paso definitivo de su Campaña Admirable. Con él viene una brillante
falange de oficiales y soldados.
Bolívar sigue victorioso. De La Grita pasa a Bailadores y entra invicto a
Mérida el 23 de mayo donde recibe por primera
vez el título de Libertador. Este título le será renovado en Caracas en la
Iglesia de San Francisco por las autoridades y una asamblea de notables el 14
de octubre. De Mérida sigue en marcha triunfal a Trujillo donde firma el
Decreto de Guerra a Muerte. Este Decretó
ha originado muchas suspicacias analíticas respecto a la personalidad y los
sentimientos de Bolívar. Pero si contemplamos el verdadero panorama en que se
encontraba Venezuela en esos momentos daremos toda la razón al Libertador. La
causa de la caída de la primera República no había sido sólo la superioridad numérica
de las tropas de Domingo Monteverde. No. La causa principal había sido el
engaño y corrupción ideológica del pueblo cuya ignorancia había sido explotada
por los realistas. El pueblo por esta ignorancia y este fanatismo se había
plegado a la causa del rey. Era necesaria una medida poderosa y definitiva que
inclinase la balanza hacia la causa de la Independencia sin dudas ni
vacilaciones, sino de una forma enérgica y definitiva. Esta forma enérgica, definitiva
y necesaria fue el Decreto de guerra a Muerte.
Sigue Bolívar a Cariache, Niquitao, Los Horcones, Taguanes y
Caracas donde entra el 7 de agosto. Guillermo Morón nos resume toda esta
epopeya en estos párrafos: “Si toda la acción militar ha pasado a la historia
como “Campaña Admirable”, los combates sobresalientes fueron: 1) Niquitao cerca
de Trujillo, el 2 de Julio, en que el coronel José Félix Ribas triunfa sobre el
coronel realista José Martí; 2) Los Horcones, cerca de Barquisimeto, el 23 de
Julio donde el mismo Ribas derrota al coronel Francisco Oberto; 3) Taguanes,
entre San Carlos y Valencia, el 31 de Julio, donde Bolívar vence al coronel
Julián Izquierdo, quien herido en la batalla es trasladado a San Carlos, donde muere. “ Esta victoria es la más completa de toda la Campaña.
Monteverde, que se halla en Valencia, apenas tiene tiempo de huir a Puerto
Cabello, abandonando aquella ciudad y dejando franco el camino a Caracas.” La Campaña Admirable es el primer paso
majestuoso del Libertador Simón Bolívar hacia el Olimpo de los héroes
homéricos.
Finalizando con Arcadio Quintero
Peña anotaremos: “En menos de tres
meses, después de atravesar centenares de leguas, desbaratando a un enemigo
doce veces superior, cuatro provincias: Mérida, Trujillo, Barinas y Caracas y
las dos principales ciudades de la República se veían libres; el ejército
patriota elevado a más de tres mil hombres, si mal vestidos, bien municionados y Monteverde, en fin, se encierra espantado en
Puerto Cabello, acosado por las divisiones de Urdaneta y Girardot.
Admirable Campaña que, guardadas las
proporciones, podría resistir un paralelo
con la primera campaña de Italia por Napoleón y cuyos hechos, dice O’Leary,
“más tarde se mirarán como fabulosos, como exageraciones de la historia.”