Discursos del 31 de marzo de 2016

DISCURSO DE ORDEN PRONUNCIADO  POR LA DOCTORA  LIGIA ESTHER MOGOLLÓN, EN LA CATEDRAL DE SAN CRISTÓBAL, EL 31 DE MARZO DE 2016, CON MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN DEL 455 ANIVERSARIO  DE LA CIUDAD DE SAN CRISTÓBAL.

EVOCACIÓN  Y REALIDAD DE SAN CRISTÓBAL



Estas  palabras conmemorativas de  los 455 años de San Cristóbal, no buscan exclusivamente detenerse en el panorama negativo que como ciudad venezolana, la caracteriza sin remedio en los tiempos que corren. La cruda realidad de nuestras ciudades la estamos viviendo todos cada día, con lo que somos testigos de ella en vivo y directo, condición que hace innecesaria mayor descripción.  Más bien, estas palabras, intentan ilustrar  cómo San Cristóbal -igual a como le sucede a muchas ciudades en el mundo-  a pesar de  todas las vicisitudes y tropiezos que pueda enfrentar, no muere sino que se transforma, sufre metamorfosis, y avanza o retrocede,  como resultado de sus  interrelaciones entre el tiempo, el espacio y  la gente que la habita, la goza y la padece.   

 

En la fecha aniversaria de los 455 años de San Cristóbal,  entonces, me gustaría evocar los rasgos y episodios predominantes en cada una de las etapas que  han definido su devenir. Lo haré, con las distancias del caso, tratando de seguir a  OrhanPamuk  en sus memorias: Estambul. Ciudad y recuerdos.  Pamuk  escribe este libro  sobre su ciudad natal, a través de los recuerdos que de ella habían escrito a su vez,  cuatro grandes escritores y poetas turcos.  Para argumentar la técnica usada en la que ha sido considerada por muchos, la mejor obra de este premio Nobel,  señala que lo que hace especial a una ciudad no es solo su topografía o  las apariencias concretas de edificios y su gente,  sino los recuerdos y evocaciones que diferentes  personas hacen de su pasado y su presente. Pamuk, al recorrer  a Estambul, la recuerda y la reconoce a  través de las calles por las cuales  se imagina que sus cuatro héroes la han recorrido, la han disfrutado  o rechazado. Las imágenes que él tiene de su infancia las mezcla con lo que sus cuatro  poetas han escrito de la  ciudad.

En el caso de San Cristóbal,  de forma análoga, una parte de su historia  la he recogido, la he leído,  de tantos escritores que de diferentes formas y estilos han dedicado sus esfuerzos a plasmar sus investigaciones, sus vivencias y  sus recuerdos de la ciudad;  y otra parte de su historia,  la de los episodios más recientes,  las  he recopilado de mis propios recuerdos e imágenes.
Las evocaciones he de clasificarlas según cuatro etapas de desarrollo de San Cristóbal, en la de la ciudad antigua, la de la ciudad mercantil o cafetalera,  la de la ciudad moderna y una evocación particular de la ciudadposmoderna, que más que evocación,  es la realidad, es una percepción colectiva de la ciudad contemporánea de San Cristóbal.

Evocación de la ciudad antigua.
La fundación y la conformación política  de San Cristóbal  y sus poblaciones circunvecinas  fue un proceso lento de más de trescientos años que  se dio a partir  de mediados del siglo  XVI hasta comienzos de la década de los setenta del siglo XIX.  La fundación de la villa de San Cristóbal el Lunes Santo 31 de marzo de 1561 por Juan Maldonado, inició el proceso de poblamiento de parte del territorio que después de cuatrocientos cincuenta y cinco años, alberga a numerosos centros  poblados que giran alrededor de San Cristóbal.  A pesar de las transformaciones cualitativas y cuantitativas que experimentó San Cristóbal en esos más de tres siglos,  de una  villa de paso cuya traza original   apenas ocupaba unas 6 manzanas y albergaba escasos 30 habitantes,  para  fines de la década de los setenta del siglo XIX  seguía  siendo todavía una población apacible y aldeana que si bien se había extendido físicamente en sus áreas aledañas a este sitio en que hoy nos encontramos, conservaba aún sus rasgos coloniales. Ni que decir de los pueblos circunvecinos. Esta característica espacial y demográfica bien la resume Ramón J Velásquez  cuando señala que todavía para la época “… el Táchira era comarca de pequeñas poblaciones y minúsculas aldeas de vida adormecida al amparo de las blancas iglesias: y sus moradores, bastante escasos, se concentraban en las zonas frías, las más sanas y las más aptas para los cultivos coloniales preferidos, el trigo y la papa”  (Velázquez en Rode, 1993, pp.15).

Evocación de la ciudad cafetalera.
El cultivo del café fue determinante en la conformación urbana de San Cristóbal  y de sus poblaciones vecinas. El proceso agroexportador consolidó definitivamente la red cafetalera tachirense y trajo cambios significativos no sólo en las esferas social, económica y cultural sino en la urbanística y arquitectónica, los cuales marcaron la transición de unas poblaciones de carácter provinciano y rural a otras mucho más urbanas y definitivamente, influidas por  costumbres y factores externos tanto nacionales como internacionales.
Hasta mediados del siglo XIX, esta plaza  de la fundación y sus alrededores, seguía siendo el núcleo más importante  de su estructura urbana, pero su reducida implantación, delimitada por profundas barrancas, iría a ser fundamental para que el “centro”  de la ciudad   y su plaza mayor  tuvieran que ser mudados a un sitio más adecuado en términos de una nueva centralidad que permitiera su crecimiento en diferentes direcciones.  Esa circunstancia se hizo realidad  en 1859 cuando el Cabildo dispuso la creación de una nueva plaza en el sitio denominado El Pantano  (hoy plaza Bolívar), nuevo centro urbano que se  consolida en 1874 con el inicio de la construcción del Mercado Cubierto (sitio donde hoy está ubicado el edificio Centro Cívico) y luego, alrededor de 1884,  con la construcción  de casas comerciales que a la vez funcionaban como bancos, tales  como la casa Breur Moller y la casa Steinvorth, entre otras.
A partir de la llegada al poder nacional de los tachirenses Cipriano Castro y   Juan Vicente Gómez,  se produce un “embellecimiento” de la ciudad que para 1900 contaba con sólo 6.000 habitantes.  Con el gobierno de Gómez se robustece la ciudad   mercantil burguesa  que se había iniciado a  finales del siglo XIX.  Es así como el crecimiento físico de la ciudad se caracterizó por la conformación de núcleos  urbanos específicos  alrededor de las plazas existentes. En  cuanto al núcleo de la fundación, en 1923 se construye este  templo principal (hoy  remodelado y con rango de catedral).  Con anterioridad, en 1915 se había inaugurado la Plaza 19 de Diciembre  –actual Plaza Urdaneta– que hasta 1936 fue sitio de actividades deportivas y durante las ferias de la ciudad, fue utilizada como plaza de toros.  El núcleo de la actual Plaza Bolívar mantenía su preponderancia como nuevo centro urbano   producto de la intensa y diversa actividad comercial entre las importantes firmas comerciales que allí se habían asentado.   El núcleo urbano de la Plaza Sucre inicia su  consolidación en el lapso 1915-1916  con la construcción de un conjunto de viviendas unifamiliares  para funcionarios estadales, familiares del presidente J. V. Gómez.  Posteriormente,  en 1922  se complementa su estructuración  con el inicio de la construcción del Palacio de Los Leones (inaugurado en 1931 como  la sede del gobierno municipal) y la  implantación de un  nuevo diseño para la  Plaza Sucre. El núcleo de la Plaza  José María Vargas  –antigua  Plaza San Pedro y que hoy se conoce como parque Ríos Reina–  se fortalece con la edificación del Hospital Vargas,  inaugurado en  1927.
De manera pues que para fines de la década de los treinta del siglo XX la ciudad mercantil sancristobalense era un centro urbano consolidado  conformado por la extensión de la   retícula hispánica  original y cuya población para 1936 había ascendido a un poco más de 21.000 habitantes.  No obstante,  la extensión de la ciudad no había superado,  por sus límites norte y sur, los linderos de las quebradas La Parada y la Bermeja, y por  el oeste apenas llegaba a la carrera 1. Por el este no había comenzado a urbanizarse lo que hoy es el sector de Barrio Obrero.

Evocación de la ciudad moderna.
Las primeras visitas que desde La Grita hice a San Cristóbal en compañía de mis mayores, las realicé entrando por el norte de la ciudad a través de una vía ancha y pavimentada, que no era otra sino la avenida Libertador. Llamaron poderosamente mi atención  las construcciones tipo quintas que con retiros en los frentes de cada edificación adornaban con vegetación esa ancha  y longitudinal vía de entrada a San Cristóbal. Sin yo saberlo todavía, estaba presenciando una nueva forma de vivir y de nuevos modelos urbanísticos para la aún ciudad tradicional de San Cristóbal,  que en otras latitudes ya estaban en  boga bajo el nombre de la  ciudad-jardín.  No obstante, lo que más cautivó mi atención fue una edificación alargada y  baja, con diferentes tiendas y un gran supermercado. Era el Centro Comercial Las Lomas. 
En otra visita familiar a la ciudad a fines de la década de los sesenta, nuestro amigo y pariente Juan Galeazzi Contreras  nos llevó en su carro particular, con  orgullo de hombre emprendedor,  a conocer nuevos lugares de la San Cristóbal que se había venido expandiendo. Recorrimos  una gran vía  recién pavimentada que conectaba la parte alta de la ciudad con los terrenos donde se construía la Plaza de Toros: era la avenida España, que en sus flancos estaba totalmente despoblada. También nos paseó  por la  zona alta de lo que ya se conocía como Barrio Obrero, más arriba de su  residencia en la carrera 21, para que  viéramos los nuevos conjuntos  de viviendas  y  la oferta de terrenos que se estaban haciendo en lo que hoy día son las  carreras 23, 24 y 25.
Posteriormente tuve la  oportunidad de conocer un nuevo conjunto  residencial, con abasto, kínder, teatro e iglesia llamado la Unidad Vecinal,  un poco alejado de lo que seguía siendo el centro vital de la ciudad.  Y  después, ya de una forma profesional, pude constatar que esas nuevas y anchas avenidas,  ese centro comercial, esas casas con retiros de frente, esa conformación de la Unidad Vecinal,   no eran otra cosa  que  los nuevos conceptos y la nueva estética del urbanismo del siglo XX, que definieron en buena medida, la representación universal de la ciudad moderna.
Los nuevos ingredientes  del modelo urbano que se estaban dando en San Cristóbal,   si bien eran diferentes al  de la ciudad tradicional (ese del centro con usos de todo tipo, con calles en cuadrícula y edificaciones pegadas una a la otra), contenía elementos urbanísticos y arquitectónicos que, dada su escala y contenidos funcionales, facilitaba, de alguna manera, la transición desde una forma de vida urbana en un casco tradicional a otra forma de vida “moderna”, alejada del centro y fundamentada en nuevas vialidades y en el uso del vehículo.  
Este  nuevo modelo  moderno de ciudad, que también incluyó los edificios altos multifamiliares, se continuó dando en San Cristóbal en las  décadas de los setenta y de los ochenta del siglo XX al punto de que cubrió todo el área urbana de San Cristóbal.  Sin embargo, era un crecimiento físico que todavía no se había extendido hacia otros municipios tachirenses. Aún  la expansión de la ciudad estaba contenida en sus límites urbanos naturales: por el norte, la quebrada Machirí, por el sur, la Chucurí, por el este la cota 1.150 y 1.200 y por el oeste el río Torbes.

La  realidad de la ciudad posmoderna.
La ciudad posmoderna de San Cristóbal me es muy difícil evocarla a la manera de las ciudades anteriores.  Mi relato actual parte de un estudio mucho más sistemático que, desafortunadamente, pone al descubierto  muy pocos elementos positivos.
La caracterización de la ciudad posmoderna de San Cristóbal,  que desde el punto de vista profesional y académico se asocia a un proceso conocido como metropolización, al igual que el que está sucediendo en la mayoría de las ciudades intermedias y grandes del mundo, alude a un desarrollo  intenso de  urbanización  y a una nueva forma de estudiar la ciudad  en la que es de vital importancia tomar en consideración lo móvil de lo urbano,  su dinámica y  sus flujos.  Lo  posmoderno  en la ciudad, entonces,  está asociado a lo metropolitano, a la unión de una ciudad con otra, a una ciudad conformada por varias entidades municipales y en donde  gravitan  diferentes tipos de población, que hacen muy compleja su definición demográfica y territorial. 
Es así como, a partir de finales de la  década de los ochenta del siglo pasado,  el crecimiento  físico de San Cristóbal  se torna polifacético y  complejo. En la práctica se caracteriza por un crecimiento disperso  en sectores  fuera del ámbito urbano municipal representado por el crecimiento de las poblaciones tradicionales, relativamente autónomas, que siempre han gravitado funcional, política  y socialmente alrededor de San Cristóbal  –como es el caso de Táriba, Palmira,  Cordero, Independencia,  Libertad, Rubio y Santa Ana, centros urbanos todos capitales de diferentes municipios­–.  Pero sobre todo,  se ha caracterizado por un  acelerado crecimiento físico y demográfico de otros  sectores aledaños que hasta poco antes no eran más que áreas rurales, como son los centros poblados de San Josecito (municipio Torbes), El Pueblito-El Valle–La Laja (municipio Independencia), Las Vegas de Táriba,Palo Gordo y San Rafael (municipio Cárdenas) ubicados en diferentes direcciones, en un radio de  entre 9 y  12   kilómetros con respecto al centro geográfico de San Cristóbal. 
Dentro de esta  nueva conformación urbana  y poblacional, San Cristóbal representa al núcleo más antiguo  y más importante, de  lo que vagamente se ha llamado desde la década de los setenta el área metropolitana o la zona  metropolitana  de San Cristóbal  y el de  mayor población, que en el censo de 2011 llegó a 263.765 habitantes. Es aquí  donde se han concentrado las funciones de más alta jerarquía urbana, donde  están los edificios considerados como monumentos (elementos urbanos y arquitectónicos  de mayor  valor simbólico) y por tanto,  el sitio  donde se  forma  la imagen de  la metrópoli. Según tal crecimiento, San Cristóbal  ya no es la ciudad compacta conformada a partir del núcleo fundacional que  se había venido extendiendo dentro del límite municipal urbano.  Sino que,  representando el núcleo principal de la ciudad en transición,  es también la suma de todas las áreas que han crecido física y demográficamente en ámbitos municipales que no corresponden a su área urbana tradicional pero que tienen una fuerte dependencia laboral y de servicios con ella.
Aparte de las fuertes interrelaciones funcionales, sociales y económicas que se establecen entre San Cristóbal y las poblaciones vecinas anteriormente mencionadas, la condición fronteriza del eje  de poblaciones venezolanas San Antonio-Ureña-Aguas Calientes, el cual está definitivamente conurbado al Área Metropolitana de Cúcuta,  introduce otras interrelaciones, expresadas en cotidianos e intensos flujos  transfronterizos, de personas, bienes y servicios, los cuales   añaden no pocos impactos directos al proceso de metropolización  de San Cristóbal.   El cierre de la frontera colombo-venezolana que  a partir de agosto del año pasado entró en vigencia y que obviamente ha paralizado en gran medida estas interacciones, es sólo un hecho coyuntural que de ninguna forma  contradice esta realidad. 

Así, que para  el análisis de la ciudad posmoderna de San  Cristóbal es condición indispensable tomar en cuenta no sólo la  dinámica  metropolitana propia, la nacional,  sino que hay que añadirle la fronteriza, que confirma las  históricas  interrelaciones sociales, económicas y culturales que desde los tiempos coloniales han existido entre San Cristóbal y Cúcuta. Al punto que, desde la óptica urbanística, las dos ciudades han llegado a ser centros metropolitanos, complementarios   y alternativos, que funcionan espontáneamente como  una metrópoli posmoderna  transfronteriza  de casi dos millones de habitantes, con todas las potencialidades y carencias que ello supone.
Consecuentemente, para  poder  tener la posibilidad de una  San Cristóbal sostenible en el tiempo, para ser capaz de solucionar los problemas que  la aquejan, hay que estar conscientes del  fenómeno de metropolización en desarrollo. Hay que entender el proceso de metamorfosis de la ciudad constituido por el cambio de una villa de paso  a una metrópoli de tamaño  intermedio. Pero sobre todo hay que tomar  en cuenta la  relevancia de los flujos y movimientos de personas, bienes y servicios que se producen en el extenso territorio metropolitano y transfronterizo, que  conllevan  cambios en su estructura  urbanística  y, especialmente,  en su morfología social.
Epílogo.
Hemos llegado a un punto  en el que nos conseguimos de frente con la realidad de la ciudad contemporánea o posmoderna de San Cristóbal. Pero consecuentemente con nuestro argumento, las ciudades avanzan o retroceden en el proceso incesante de su transcurrir.  Quiero creer que a través del esfuerzo mancomunado de todos, podemos tener una mejor ciudad, una promisoria metrópoli.  Me adhiero a las palabras que emocionadamente le expresó  Ramón J. Velázquez  en 1961, en un día como hoy, en el elogio a la ciudad cuatricentenaria: “Tú vas al porvenir. Los que hoy hablamos, habremos de caer, como cayeron los hombres ya pintados en mi cuento.  (…) Mas tú, señora, ciudad de San Cristóbal benemérita, llevarás como río en tus caudales el signo del amor con que te vemos y la brasa de fe que hoy te entregamos”.
 Y aquí cabe preguntarse la misma pregunta de todo cumpleaños: ¿cuál  es el regalo que hoy podemos obsequiar a  San Cristóbal? Básicamente creo que debe ser uno de firme propósito y de naturaleza colectiva.  Por tanto me permito aprovechar la oportuna presencia de muchos de ustedes que cumplen labores de gobierno,  regional o local, de los  profesionales de la arquitectura y del urbanismo,  y  de todos los ciudadanos aquí presentes,  para plantear un regalo-rescate sustancial que integre el aporte de toda la ciudadanía a través de una tarea consciente, ardua y colectiva. En esa dirección, acudo a las palabras del gran poeta Rimbaud para delinear el regalo: “Solo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres”.
Señoras y señores: el camino está abierto para  actuar con decisión en la gran tarea de ese rescate, de modo que en un futuro más o menos próximo, podamos celebrar con legítimo regocijo, nuevos cumpleaños de esta  amada  y entrañable ciudad de San Cristóbal.


Muchas gracias.



MONSEÑOR RAÚL MÉNDEZ  MONCADA,

DECANO DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL TACHIRAPRELADO ESCLARECIDO, HISTORIADOR, PROMOTOR SOCIALY CULTURAL, VISIONARIO, EGREGIO EDUCADOR.


               Elogio de júbilo pronunciado por el Profesor y Abogado, Roberto Esteban Avendaño en la Santa Iglesia Catedral de San Cristóbal, el día Jueves  31 de marzo de dos mil dieciséis, en el Solemne Tedeum, con motivo de la entrega del Emblema de Oro de la Ciudad de San Cristóbal en sus Cuatrocientos años de fundada al Ilustrísimo Mons. Raúl Méndez Moncada, Decano de la Academia de Historia del Táchira, Virtuoso y Honorable Ciudadano.
La Cámara Municipal de la Ciudad de San Cristóbal nos llena de un inmenso y profundo júbilo a los moradores de esta Comarca que arriba hoy a sus Cuatrocientos cincuenta y cinco años de fundada por  el Capitán Salmantino, Don Juan de  Maldonado de Ordoñez y Villaquirán un 31 de marzo del año de 1561, nos convoca  esta Ilustre Corporación Edilicia,  puesto que ha suscrito un Acuerdo que por la calidad y bondad de su principal signatario y de los vocablos en ese Acuerdo empleados, llama poderosa y gratamente la atención de todos los hijos de este“Valle de Santiago”.
            En nombre de la Institución que representamos los acá presentes, Academia de Historia del Táchira, agradecemos y nos congratulamos por el altísimo honor de escoger al Ilustrísimo, Mons. Dr. Raúl Méndez Moncada, Decano de nuestra IlustreCorporación Académica, Egregio y Eximio Sacerdote, al tributarle la honrosa presea delEmblema de Oro de nuestra Ciudad de San Cristóbal, hoy  en su cumpleaños número cuatrocientos cincuenta y cinco de fundación, 31 de marzo de dos mil dieciséis.
            Pláceme exponer ante ustedes la exactitud de las expresiones empleadas por el Concejo Municipal de San Cristóbal en el Acuerdo dictado en la Sala de Sesiones del presente mes de marzo del año en curso, por cuanto ellos constituyen el mayor elogio de un esclarecido Ciudadano y justifican el sentir unánime de un pueblo culto, inteligente, trabajador y aguerrido que aprecia y agradece la consagración de una vida existencial al servicio de la colectividad,totalmente identificado con el pensamiento de Séneca:“ El más digno destino de la vida es dedicarla al bien de todos”.

 I   UN SACERDOTE DIOCESANO A CARTA CABAL
            Representa para todos quienes le estimamos nuestra mayor y significativa admiración y complacencia, por cuanto tan Esclarecido Ciudadano es uno de nuestros mejores amigos en el cotidiano servicio de la vida, y así al enhebrar su elogio disfrutamos de la gloria, de la paz, del amor y el ejemplo edificante que Monseñor ofrenda a su Iglesia, Madre y Maestra fecunda en la creación de pueblos y naciones, de la cual Mons. Dr. Raúl Méndez Moncada ha sido y es su Ministro y Apóstol consagrado, obediente y fidelísimo y por cuya gracia adquirió su vida una trascendencia de excepción. Signo edificante de honorable, Augusto y Buen Pastor Diocesano quien en sus honrosos 75 años de vida sacerdotal ha conducido su indeleble Ministerio Pastoral en todas las comunidades en donde ha servido para la causa del Señor Jesús.
            Es Mons. Dr. Raúl Méndez Moncada poseedor de un glosario de virtudes y dotes. Para quienes le conocemos siempre le caracterizamos en la excelsitud de sus dotesen las que predomina su criterio reflexivo y sereno; imaginación viva, moderada por el recto juicio; entendimiento claro, fortalecido por el mucho conocer; sólida y excelente ilustración adquirida por la constante y meditada lectura de los más renombrados y  mejor calificados escritores en diferentes ramos de las artes y de las ciencias; acucioso y profundo en varias de estas, emprendedor infatigable, de vida austera y valiosos y rectos principios  morales hasta alcanzar la coordinada armonía propia del verdadero sabio. Sabiduría que alcanzara por su constante lectura de las obras sagradas y el ejemplo de los Patriarcas Bíblicos.
            El Ilustrísimo Mons. Dr. Raúl Méndez Moncada, nació en la montaña Tachirense,en el bello Valle Cordillerano del Cobre el 31 de Diciembre de 1917. Hijo de Don Joaquín Méndez y Doña Rosalinda Moncada de Méndez. Fue el cuarto hijo de un total de 10 hermanos, sus años de infancia y de escolaridad a nivel de la primaria los transcurre en esta hermosa población. A partir de sus escasos 11 años fue enviado a Mérida en donde ingresa como estudiante del Seminario Diocesano  de esta ciudad, era el año de 1929 cuando inicia sus estudios sacerdotales los cuales culmina en la ciudad de Caracas, recibiendo su ordenación Sacerdotal de manos del Excelentísimo Mons. Dr. Rafael Arias Blanco,  Segundo Obispo de la Diócesis de San Cristóbal en la Santa Iglesia Catedral de nuestra muy querida ciudad de San Cristóbal, el 5 de octubre de 1941.
            Su primer ejercicio sacerdotal lo cumple como Vicario en la Parroquia de La Ermita junto al Párroco Pbro. Eloy Contreras, Sacerdote culto y amante de las bellas artes,  de quien aprendió el buen gusto por las buenasobras de los escritores más renombrados, iniciándose en  el cultivo de  las buenas lecturas, según me lo expusiera en una oportunidad en que dialogáramos ampliamente en su casa de Barrio Obrero.
Es muy importante, en el marco de este acto jubilar, exponer que Monseñor Méndez Moncada es un sacerdote Diocesano a carta cabal porque a través de él y a través de los  Señores Obispos que han regentado la Diócesis de San Cristóbal, éstos le han acompañado en la obra de formar sacerdotes para Venezuela y muy especialmente en la Adoración al Santísimo Sacramento, devoción sacrosanta de la cual es Monseñor el pastor de almas que mayor tiempo ha dedicado en formar santos sacerdotes y divulgar la Devoción al amor de los amores, según  el Corazón de Cristo.

II APOSTOLADO PARROQUIAL DE MONSEÑOR RAÚL MENDEZ MONCADA.
             Su primer ejercicio como Párroco lo inicia en  la Iglesia Parroquial de San Juan Nepomuceno de Michelena, al sustituir en el cargo, al eximio y preclaro sacerdote, Pbro. José Lucio Becerra Pérez discípulo del Colegio-Seminario Sagrado Corazón de Jesús, que fundara en La Grita,  el Ilustre Levita. Mons. Dr. Jesús Manuel Jáuregui Moreno en 1884. Permanece  allí desde el año 1941,  desarrollando su apostolado sacerdotal  con gran mística y vocación de servicio, pues siempre  entendió la formación del sacerdocio como una forja de santidad. Y es en esta querida Parroquia de Michelena donde se inicia como el precursor y ejecutor de las obras materiales que requieren los templos sagrados consagrados al culto divino de Dios. En escasos cuatro años promueve y lleva a feliz término la construcción de buena parte de este hermoso joyel que es la Iglesia de Michelena. Con el aporte y la buena administraciónde los fondos que donara el Ejecutivo Nacional de aquel entonces inicia los trabajos que le dan cuerpo a la iglesia con la construcción  de las naves laterales y central del templo y el techo en madera de dichas naves, así, como de las  esbeltas y bellas columnas que le adornan. Deja a su sucesor, el muy querido y bien recordado Párroco, Pbro. Delfín Medina la conclusión del Presbiterio con su cúpula, las capillas laterales y el Bautisterio, así como la terminación del frontis que había dejado proyectado.
Michelena y sus gentes, significan para Monseñor Méndez, un inédito espacio y ejemplo de sus entrañables querencias de un amor puro hacia quienes siempre le recuerdan  con el mayor afecto y cariño.
Año de 1951, SU ESTANCIA EN LA GRITA, ATENAS DEL TACHIRA. Es un 13 de diciembre de 1951, día  de Santa Lucía, cuando arriba a La Grita, como el nuevo Párroco de la Parroquia del Espíritu Santo, sede de la milagrosa Imagen del Santo Cristo de Los Milagros. Todo un reto para Monseñor esta hermosa y extensa Parroquia. Estaba perfectamente consciente del trabajo a ejecutar y de la actuación encomiable de sus predecesores, entre estos el muy Ilustre Monseñor Dr. Jesús Manuel Jáuregui; el eximio Mons. luego, Arzobispo de Mérida, Monseñor Acacio Chacón Guerra; el egregio Mons. Juan Maximiliano Escalante y su más reciente Párroco a quien sustituirá, el distinguido Levita, Pbro. Eloy Contreras con quien ya había laborado acá en la Iglesia de La Ermita.
           Lo primero que se propone luego de analizar y estudiar las prioridades de tan inmensa Parroquia, es la construcción de una Capilla al Santo Cristo. Contrató al alarife  más renombrado y eficiente para entonces en el Táchira, que le había acompañado en los trabajos de la Iglesia de Michelena, Don Jesús Manrique. Contó con el apoyo de la comunidad jaureguina y de valiosos colaboradores como el Ing. Alberto Díaz González, constructor del puente sobre el Rio Chama, cuya familia era fiel devota al Santo Patrono, quienes de manera generosaaportaron íntegramente los costos del altar y del nicho de mármol donde reposa santa y majestuosamente nuestro Santo Cristo de La Grita. Súmanse a ello la construcción  total años más tarde de los techos de las naves centrales y laterales de esta Santa Iglesia, la reconstrucción de la Capilla de la Santísima Trinidad, antigua sede del Santo Cristo, la reconstrucción del Presbiterio con excepción de su Cúpula o Domo, la  elaboración de los medallones  que adornan las paredes centrales del Templo Parroquial, la ejecución de los pisos y el Arco Toral frente al Presbiterio y la construcción de la  capilla del Bautisterio bellamente decorada y la colocación del nuevo Altar Mayor totalmente hecho en mármol de Carrara que contratara en visita a dicha ciudad el año de 1960.
         Terminada dicha obra, inicia Monseñor de manera diligente y eficaz  dentro de los espacios de la comunidad jaureguina, concretamente en los barrios y sectores aledaños a la propia Ciudad de La Grita, la construcción de  las capillas de Nuestra Señora de Fátima, en el Barrio del mismo nombre,las capillas de las aldeas Santo Domingo, Llano Largo, reconstruye la Capilla de Pueblo Hondo y construye íntegramente la Capilla de Tadea,lugar este donde  uno de los frailes franciscanos del Convento Colonial de Santa Clara, en el año de 1610, ejecutara la Sagrada Imagen de nuestro Santo Cristo. También Mons. Incursiona en la ejecución de un  parque recreacional en la zona de  Las Porqueras, en Homenaje a uno de los eximios Obispos emeritenses, Mons. Juan Hilario Bossett, Además de reconstruir la Casa Hogar San José, para atender a los ancianos, motivo de su selecta predilección al igual que su preocupación por  la educación de los jóvenes. Sobre este particular Monseñor Méndez, restauró de manera muy apropiada el Colegio-Seminario Sagrado Corazón de Jesús, Colegio que a partir del  1º de enero de 1884, iniciara  sus clases bajo la conducción del Ilustre Monseñor Jesús Manuel Jáuregui. Moreno como Rector y el Dr. Francisco Guerrero como Vicerrector, además del muy ilustre letrado y jurista Dr. Emilio Constantino Guerrero. Este colegio formará e ilustrará los hombres más dignos y patriotas que hayan prestado los más grandes y eximios trabajos al servicio dela República.
Sobre este Colegio, nos reafirma, el destacado historiador, Dr. Carlos FeliceCardot que “el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús” en La Grita, más que cualquier otro instituto educacional, abrió el cauce intelectual, hizo despertar del letargo en que estaba sumida una región y alentó la fibra cultural de varios hombres”.
           
III LABOR DE HISTORIADOR EN MONSEÑOR RAÚL MENDEZ MONCADA.

            A partir de 1982 llega a la Parroquia de San Juan Bautista de La Ermita en San Cristóbal en ella permanece durante largos 26 años como párroco de esta. Es en esta etapa cuando Mons. Méndez se vincula de manera directa con la Academia de Historia del Táchira lo cual le permite desarrollar su labor de historiador que desde los años 50 había iniciado en La Grita como catedrático de la Historia de Venezuela y Universal en el Colegio Santa Rosa de Lima de esta ciudad. Sus primeros ensayos historiográficos tienen que ver con el estudio de nuestros próceres de la Independencia, así como de los próceres civiles o laicos, además de los estudios de las figuras más prominentes de la Iglesia Católica en el Táchira y Venezuela; producto de estas investigaciones cuando celebramos sus 90 años en el año 2007 la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses creada por el extinto Dr. Ramón J. Velázquez, y la Fundación Cultural Centro Lectura y Recreo Pbro. Br. Pedro María Morales G. de Lobatera, publicó el Volumen Nº 183 de tan emblemática colección, titulado “Paginas de Historia Civil y Eclesiástica de Venezuela”, cuya autoría corresponde a este meritorio Pastor, bajo la conducción de su actual Director, Dr. Ildefonso Méndez Salcedo. En esta obra prologada por el entonces cronista de la ciudad Dr. J.J. Villamizar Molina se recoge el espíritu de historiador de MONSEÑOR RAÚL MENDEZ  a través de siete grandes capítulos o secciones en donde nos habla en un total de 51 trabajos sobre el Libertador, las efemérides patrias, los pueblos y ciudades del Táchira, algunas efemérides del Táchira, figuras prominentes del Táchira y personalidades de la iglesia católica en Venezuela todo un contexto homogéneo donde se percibe su interés por estudiar, analizar y divulgar los hechos del pasado.
            Recientemente, el pasado año 2015, el Archivo Arquidiocesano de Mérida y la Academia de Historia del Táchira,  en su colección Fuentes para la Historia Eclesiástica de Venezuela Vol. Nº 23 los autores Dr. Ramón González Escorihuela y la Licda. Lucrecia Gómez Castañeda publicaron en homenaje de gratitud a Mons. Méndez la obra “SACERDOTE. Mons. Raúl Méndez Moncada Casi 100 años de Historia Viva”, edición de carácter literario y periodístico que nos permite documentarnos sobre la vida y obra de este ilustre hijo del Táchira, Decano de la Academia de Historia del Táchira. A estos autores, entrañables amigos de la Academia Tachirense y a los editores del Archivo Arquidiocesano de Mérida, Mons. Dr. Baltazar Enrique Porras Cardozo Arzobispo Emeritense y Dra. Ana Hilda Duque Directora del Archivo Arquidiocesano de Mérida, así como al distinguido amigo Licdo. José Ernesto Becerra G. y demás miembros de la Directiva de la Academia de Historia del Táchira, vayan mis mayores expresiones de agradecimiento por tan encomiable labor al servicio de una causa justa.
            Del mismo modo mi mejor expresión de gratitud y reconocimiento para el ilustre Pbro. Dr. Luis Gilberto Santander, expresidente de la Academia de Historia del Táchira por su mecenazgo al publicar en edición especial el discurso de incorporación transcrito por Mons. Raúl Méndez Moncada al recibirse como Dr. Honoris Causa en Educación por la Universidad Católica del Táchira el pasado mes de junio de 2010.
            Debo manifestarle a este selecto Auditorium concentrado en esta Santa Iglesia Catedral que tenemos una tarea pendiente tanto los hijos de La Grita,entre los que me cuento, como los de San Cristóbal y Michelena de honrar a tan eximio Sacerdote: la cual es, el abocarnos a la edición y publicación de un segundo libro que contenga los trabajos de investigación que a manera de conferencias, homilías y discursos, ha producido Mons. Raúl Méndez Moncada en los últimos años. Además solicitaré a la Ilustre Cámara Edilicia del Municipio San Cristóbal el declarar junto con la Academia de Historia del Táchira al año 2017 como Año Jubilar Centenario del nacimiento en honor a tan Ilustre Prelado.
A manera de Conclusión, hoy cuando Mons. Raúl Méndez Moncada bendecido por la voluntad y gracia de Dios creador del Universo se prepara para cumplir sus 100 años de vida útil, provechosa, ejemplar y dignificante por todos sus dotes y providencias podemos señalar que es “todo un símbolo de la Historia Regional del Táchira” según el decir del historiador tachirense Dr. Pascual Mora García quien concluye señalando:“Mons. Raúl Méndez Moncada es sin duda, el último representante de una elite intelectual que destacó a lo largo del siglo XX en la Iglesia Católica del Táchira. Quizás después de Mons. Dr. Carlos Sánchez Espejo.”
            Para este servidor, su amigo de toda una vida, Mons. Méndez se mantendrá por siempre como el “Primer Gran Decano de la Academia de Historia del Táchira por sus ejecutorias tanto morales,  materiales, como intelectuales y espirituales”.
            Gracias Señores por su atención. 



Mensaje del Dr. Felipe Guerrero el 08/14/2016

MENSAJE A LA ACADEMIA DE HISTORIA

En ocasión de la celebración de los cuatrocientos cincuenta y cinco años de la fundación de la capital Tachirense, en justiciero homenaje la Cámara Municipal de San Cristóbal decidió conferir el Emblema de Oro de la Ciudad a MONSEÑOR RAUL MÉNDEZ MONCADA.
El día Jueves  treinta y uno de marzo de dos mil dieciséis, en solemne ceremonia los buenos amigos Roberto Esteban Avendaño y Ligia Esther Mogollón, pronunciaron densos y sentidos discursos.
Dificultades personales me impidieron acompañar a la comunidad en ese justiciero homenaje.
Leí con detenimiento los textos que recogen el sentimiento generalizado de todos quienes somos discípulos de ese gran maestro que con vocación tempranera y siempre bien sentida ha ido alumbrando los caminos de la vida.
Al felicitar a  Ligia Esther Mogollón y Roberto Esteban Avendaño, he considerado prudente compartir la Carta que ALBERT CAMUS dirigió a su maestro luego de recibir el Premio Nobel


Albert Camus nació en la Argelia Francesa el 7 de Noviembre de 1913 y falleció en Francia el 4 de Enero de 1960.
Fue novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista  En 1957,  a la edad de 44 años, se le concedió el Premio Nobel de Literatura por «el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy»

Luego de recibir tan prestigioso galardón en 1957, Albert Camus sintió que, si debía dar gracias a alguien, era al señor Germain, que había sido su maestro en primaria, y le escribió una carta. Hay quien dice que fue la única carta de agradecimiento que escribió.



París, 19 de noviembre de 1957

Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido de todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted.
Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser un alumno agradecido.

Un abrazo con todas mis fuerzas,

Albert Camus



Frente a Monseñor Méndez Moncada podemos afirmar algo similar: «Sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto».